lunes, 26 de julio de 2010

TIPOLOGÍAS ARQUITECTÓNICAS EN GRECIA

1.  La arquitectura cretense.

Durante el segundo milenio a.C. se desarrolló en la cuenca del mar Egeo la civilización cretense, también llamada minoica a partir del nombre de Minos, un legislador mítico de la isla de Creta. Sus creadores habían llegado de Asia Anterior y venían ocupando la isla desde el Neolítico, aproximadamente a partir del sexto milenio.

La isla de Creta tiene una indudable situación privilegiada, en el mismo centro de un mar surcado por rutas comerciales, favoreciendo un rápido desarrollo cultural y económico de sus habitantes. Su religión reconocía como deidad suprema a una diosa de la fecundidad, señora de los árboles, de las montañas y de las fieras.

Animales como la paloma, la sierpe y el toro cretense estaban estrechamente relacionados con su culto, aunque ninguno de ellos (con la posible excepción de la serpiente) era objeto de veneración por sí mismo. Llama la atención de la religión cretense la ausencia de templos monumentales a la manera de los que se estaban levantando por entonces en Egipto y Asia. Los actos de culto debían llevarse a cabo en grutas sagradas, en lugares abiertos o en los pequeños oratorios que veremos aparecer en los palacios.

La sociedad cretense se agrupaba alrededor de unos príncipes que centralizaban en sus palacios elementos de un sistema urbano parecido a un régimen de ciudades-estado, entre las que Cnossos sería la mejor conocida. Estos príncipes formaban agrupamientos políticos autónomos que no tendrían rivalidades violentas dada la disposición abierta de las ciudades así como la falta de fortificaciones en los palacios. Asimismo mantenían relaciones con el Egipto del Imperio Nuevo, Biblos o Chipre lo que explicaría en parte por qué se empezaron a elaborar formas especiales de una arquitectura que hallaría su plenitud durante el dominio de los príncipes de Cnossos.

Para entender la evolución de la civilización minoica, ésta se ha dividido en tres grandes periodos (Minoico Antiguo, Minoico Medio y Minoico Reciente) que a su vez se subdividen en otros.

Minoico Primitivo I
3000 a.C.
Minoico Primitivo II
2600 a.C.
Minoico Primitivo III
2300 a.C.
Minoico Medio I
2200 a.C.
Minoico Medio II
1900 a.C.
Minoico Medio III
1700 a.C.
Minoico Reciente I
1500 a.C.
Minoico Reciente II
1450 a.C.
Minoico Reciente III
1400 a.C.

Se puede afirmar de manera general que durante el Minoico Primitivo I empiezan a aparecer sobre el suelo o excavadas en éste, tumbas de planta circular que durante siglos serán utilizadas como lugares de enterramiento por una o varias familias. Durante el Minoico Medio I se levantan los primeros palacios de Cnossos y Phaistos, hasta que en el Minoico Medio III los palacios de Creta sufren una serie de destrucciones e incendios que algunos historiadores atribuyen a terremotos y otros a guerras e invasiones.

Sin embargo, sobre las ruinas, se levantan inmediatamente nuevos y más grandes palacios, de manera que durante el Minoico Reciente I los palacios y las ciudades viven una época de esplendor a la que de nuevo pondrán fin una o varias catástrofes. En el 1530 a.C., la isla de Tera sufre una erupción volcánica de tan enorme magnitud que debió sentirse en todas las islas del Egeo. Como consecuencia, muchas ciudades y palacios fueron destruidos y abandonados para siempre. Entre todos ellos, sólo el de Cnossos se recuperó del desastre para acabar destruyéndose definitivamente hacia el 1370 a.C., la fase del ocaso definitivo de la civilización minoica.

Plano completo del Palacio de Cnossos. Creta.

























Los palacios son el ejemplo más expresivo de la arquitectura cretense, cuyas características generales, según R.Martin, son:

ü  la composición funcional
ü  indiferencia por la limitación y la simetría, empleo de la columna (ya sea exenta o agrupada en pórticos)
ü  amplio recurso a la policromía y a la pintura mural.

La primera impresión que produce un palacio minoico es de desorden, de revoltijo de elementos múltiples sin orden ni regla alguna. Los palacios de mayor amplitud y riqueza fueron los de Cnossos y Phaistos. El examen de sus plantas nos obliga a reconocer lo acertados que estuvieron los griegos cuando pusieron al mítico Minos en relación con un laberinto, que tal vez no fuera otra cosa que el recuerdo de su palacio de Cnossos, conservado y a la vez transformado por la leyenda. Nada puede resultar tan opuesto a las directrices equilibradas y lógicas de la arquitectura clásica, como estos palacios

Estos edificios minoicos se distribuyen en innumerables cámaras, corredores, almacenes y obradores yuxtapuestos aparentemente sin ningún orden, por un sistema simplemente aglutinante. Este resultado aparentemente caótico se debe a su formación gradual, a partir de bloques aislados, que durante siglos fueron repetidamente reformados y ampliados hasta formar un edificio cuya planta revela una ausencia total de plan orgánico. En la planta no hay ninguna traza continua y rectilínea, sino un continuo movimiento de entrantes y salientes cuyo único principio unificador parece ser el patio central, aunque sea de una manera puramente funcional y no responda a ninguna exigencia de axialidad ni de simetría. La unidad se consigue, simplemente, con las relaciones y las comunicaciones que asocian entre sí los diferentes departamentos de los palacios.


Palacio de Phaestos. Creta.
El patio, rectangular, que se construía ya desde los primeros palacios, ocupa el centro del edificio e ilumina las estancias que con él se comunican, a pesar de no ser un elemento organizador. Las escaleras y las cámaras de los pisos superiores recibían además luz y ventilación por los corredores descubiertos y por los tragaluces que perforaban los techos.  El patio minoico tiene valor propio: constituye su propio espacio y su papel unificador se basa en el movimiento de las circunvalaciones que a él van a desembocar y en el ritmo diversificado de las fachadas que responden a la diversidad de las funciones desempeñadas por los “cuarteles” del palacio. Todos los laterales del patio están tratados, siguiendo una norma constante, mediante pórticos o disposiciones monumentales según su finalidad, teniendo en cuenta que las fiestas religiosas y la vida política están íntimamente asociadas a este cuadro arquitectónico.

Por tanto, los grandes principios de la arquitectura minoica, desde el papel desempeñado por el patio hasta el principio funcional que repartía las estancias o bloques destinados a diferentes funciones, son obra de los constructores de los primeros palacios, fundamentalmente de Phaestos.

En ellos también se adoptaron desde el principio determinadas formas arquitectónicas: el tipo normal de cubierta de terraza, la técnica de las grandes losas empleadas en basamentos de muros o en encuadramientos de vanos, el valor utilitario y monumental de los grandes tramos de escalera y, por supuesto, la columna, empleada tanto como soporte en pórticos y en espacios interiores, como de elemento decorativo en logias y baldaquinos. Las columnas eran de madera fundadas en basas de piedra con fustes, lisos o acanalados, que reducían su envergadura de arriba abajo. Los capiteles se componían de una voluminosa moldura convexa, coronada por un bloque prismático, que anticipa lo que será posteriormente el orden dórico.

Los constructores de los segundos palacios desarrollaron y acrecentaron todas estas técnicas y estructuras adquiriendo una enorme habilidad y finura en su empleo. Es difícil establecer relaciones muy próximas entre los palacios cretenses y los vastos conjuntos contemporáneos de Mari o de Mesopotamia. A primera vista el parentesco parece evidente, pero el análisis de los principios de construcción y de las técnicas revela profundas diferencias: el papel del patio no tiene nada en común, las fachadas son macizas y con frecuencia más cerradas en los palacios orientales, el empleo de la columna nunca es decorativo y las plantas de las salas y estancias son muy distintas.

El palacio de Cnossos es quizás el más conocido de los palacios cretenses. Situado en las cercanías de la costa septentrional de Creta, se extendía en un rectángulo de unos 150 m. de Este a Oeste y 100 m. de Norte a Sur. Fue arruinado por terremotos en diferentes épocas y su última reconstrucción data del Minoico Reciente. En planta se aprecia un gran patio rectangular que sirve de núcleo al laberinto que, a su vez, se reparte en dos grandes sectores: uno, cortesano y administrativo, al oeste del palacio (en el que son fundamentales los almacenes abiertos a un corredor de Norte a Sur para facilitar el servicio), y un ala doméstica, a levante.
Columnas Palacio de Cnossos. Creta.

Su gran entrada miraba hacia las tierras del interior, por las cuales cruzaba la vía de mayor tráfico de todo el país (la que unía los palacios de Cnossos y Phaestos), que acababa en las faldas de la colina de Cnossos, bajo un pórtico escalonado que salvaba la diferencia de nivel. En el costado occidental había una segunda entrada que parece menos importante, aunque su puerta de acceso era el llamado “Corredor de las Procesiones”, una de las principales arterias del edificio porque comunicaba con el patio, pero también con las cámaras regias de la parte alta: la escalinata, el propileo superior, el vestíbulo central y la cámara de las tres columnas.

Todos los pasajes y corredores de Cnossos separaban grupos de salas con funciones diversas que se expresan por series de logias, de tramos monumentales de escalera ritmada con vestíbulos de columnatas, de fachadas articuladas de tan diferentes maneras como las propias salas interiores. Entre éstas, sin duda, la estancia más famosa del palacio fue el Salón del Trono, en la planta baja, con un trono de mármol y un banco adosado al muro y decorado con una espléndida pintura de grifos acostados en un campo de flores.

Reconstrucción según Evans del propileo meridional de Cnossos. Creta.
Sin embargo, quizás la pieza más notable de todo el conjunto es el propileo[1] meridional, que puede parecer un precedente del propileo griego. En su forma perfecta, el propileo es la reunión armónica de dos patios abiertos, cada uno de los cuales apoya su techumbre en un par de columnas adelantadas sobre la línea de las paredes que flanquean la puerta. En Troya y en Tirinto se construyeron propileos que aún se acercan más al ideal clásico, puesto que enlazan zonas a cielo abierto separadas por una muralla. Falto de esta condición, el propileo meridional de Cnossos no pasa de ser un pórtico monumental confinado dentro de un palacio.


2. La civilización micénica.
Durante el segundo milenio Creta –foco principal de la civilización griega- formaba parte de un mundo más amplio que incluía otras islas del Egeo y toda la tierra firme de la Grecia continental. Hacia el 1400 a.C. al ensombrecerse la cultura minoica su legado se implanta en una población griega floreciente sobre todo en el Peloponeso. El tránsito del Neolítico a la Primera Edad del Bronce en esta zona supuso el desarrollo de nuevas actividades industriales y comerciales junto a las antiguas formas de vida pastoril y agrícola.

Algunas comunidades se desarrollaron rápidamente, como Troya II, por ejemplo, que se rodea con una muralla de recios bastiones y monumentales propileos y, al mismo tiempo, como heredera de una tradición egea de casas de una sola habitación rectangular precedida por un pórtico, ofrece los primeros prototipos del mégaron en dimensiones asombrosas hacia el 2300 a.C. (el mégaron se convertirá en el módulo o unidad principal de los palacios micénicos, y con el tiempo, será el embrión del templo griego).

Hacia el 2000 a.C., entre los principales pobladores de Grecia se encuentran ya los aqueos. Con el tiempo alcanzarán la fuerza suficiente como para dominar a sus predecesores egeos e imponerles su lengua, lo que hoy llamamos griego micénico, haciéndose así señores naturales de toda la población griega. Las tumbas de pozo de Micenas, descubiertas por Schliemann en 1874, corresponden a los miembros de una de sus casas reales, muertos entre el 1550 y el 1500 a.C. Cada tumba, excavada en forma de pozo y apuntalada con grandes sillares, contenía varias inhumaciones acompañadas de ricos ajuares.

Gracias a Homero podemos hacernos una idea más o menos próxima del panorama político del mundo aqueo, aunque Homero escribe unos cuatro siglos después de que éste hubiera desaparecido. Parece que el país se hallaba dividido en pequeños reinos dependientes de sus respectivas capitales, sobre las cuales Micenas debía de ejercer, no sin problemas, una especie de hegemonía.

Las ciudades se instalaban siempre en posiciones dominantes y sus gruesas murallas estaban construidas a base de enormes bloques ciclópeos, apenas tallados pero hábilmente acoplados, horadados por algunas paternas que daban a escaleras fortificadas a veces dispuestas como casamatas, como es el caso de Tirinto, con bóvedas en arcos diedros cerrados por dos bloques apoyados el uno contra el otro. Todas tenían además accesos con bastiones defensivos, paredones protegiendo los obligados caminos de entrada y puertas sólidamente fortificadas, preparadas para un posible asedio inesperado.

El mejor ejemplo es, sin duda, la Puerta de los Leones de Micenas, compuesta por cuatro grandes piedras monolíticas. La magnitud y el peso del dintel obligaron a los constructores, al igual que en el Tesoro de Atreo a abrir por encima del mismo un triángulo de descarga con unos relieves que todavía hoy se conservan en su lugar. En ellos, dos leones gigantescos en actitud rampante escoltan una columna, al parecer símbolo de la sacralidad del recinto.

Murallas de Tirinto, Grecia
Puerta de los Leones de Micenas. Grecia.
Plano ciudad de Tirinto. Grecia.

En el interior de las ciudadelas, las diferentes instalaciones estaban situadas cerca del palacio, reducidas en realidad a algunas piezas importantes alrededor del mégaron, como ocurre en Tirinto.

En Tirinto una larga rampa, cortada por dos puertas intermedias, conduce hacia la única entrada de la ciudad. Allí se atraviesa una puerta bien encuadrada entre cuerpos de guardia y se entra en el primer patio, en realidad una explanada rodeada de obras de defensa. En el costado norte se abre un propileo de columnas con sus dos pórticos de doble columna adosada al muro central. A través de él se llega a un patio rodeado de pórticos por tres de sus costados (este, oeste y sur), y con el lado norte ocupado por la fachada del mégaron, elemento principal del palacio en torno al cual se distribuyen las habitaciones.

El mégaron es una sala rectangular enteramente cerrada y precedida por un doble vestíbulo: el primero de columna doble entre antas, y el segundo dando acceso por una puerta axial al espacio principal. Este último estaba tradicionalmente ocupado por un hogar y cuatro columnas dispuestas formando un cuadrado para sostener la lucerna que se abre en el techo. El papel centralizador del mégaron queda muy claro. El propio patio es un anejo suyo: despeja el espacio y hace resaltar su fachada, de manera que no tiene un cometido estructural análogo al que desempeñaba en los palacios cretenses. El resultado es una composición jerarquizada, progresiva y ordenada en torno al mégaron.

Con respecto a los sepulcros, se sabe que desde finales del siglo XV los príncipes aqueos habían combinado las tumbas de pozo, con grandes cámaras cubiertas con cúpula y precedidas por un largo corredor. Mejor o peor conservadas, en Micenas se pueden ver todavía hoy cuatro ejemplos, atribuidos por la tradición (y no por las fuentes) a Atreo, Clitemnestra, Egisto y otro personaje anónimo (la llamada Tumba de los Leones). Tanto la cámara abovedada (llamada tholos), como el corredor de acceso (llamado dromos) cuentan con precedentes cretenses. Pero una vez más los micénicos alcanzan en ellas unas dimensiones bastante mayores.


Tesoro de Atreo. Micenas. Grecia.
El Tesoro de Atreo, construido hacia el 1200 a.C., constituye un ejemplo perfecto. Un largo corredor o dromos de treinta y cinco metros de longitud, tallado a cielo abierto en el flanco de la colina y bordeado por dos muros de bloques regulares, perfectamente colocados y aparejados, lleva hasta la fachada del tholos, de más de diez metros de altura, adornada con columnas aplicadas y motivos incrustados. La puerta, monumental, aparece coronada por un dintel de una sola pieza y el consabido triángulo de descarga, esta vez sin escultura. El interior tiene planta circular con un diámetro de catorce metros y medio cubierto por una cúpula de tensión vertical de más de trece metros, esto es, por una cúpula falsa construida gracias a la aproximación de treinta y tres hiladas anulares de bloques regulares y labrados en curva también regular.

Micenas, Tirinto y otras ciudades del Peloponeso, sufren la ruina y el saqueo poco después del año 1200 a.C.


[1] Propileo: puerta monumental de acceso a la Acrópolis.

FORMACIÓN DE LA ARQUITECTURA CLÁSICA.

1.  Introducción

El arranque del estudio de la historia de la arquitectura griega debe partir de un análisis coherente de su filosofía.  Para el griego, es un principio fundamental el concepto de belleza.  No hay arte donde hay fealdad, repulsión o monstruosidad: el hombre tendrá que proponerse como ideal fundamental ser bueno y productor de belleza, empezando por ser bello él mismo.  La belleza rebasa por completo los límites específicos de esa parcela de actuación humana que hoy llamamos “arte”.

Los griegos distinguían perfectamente los distintos niveles de operarios que intervienen en la producción de obras técnicas y de arte:
- El operario: utiliza la fuerza y habilidad física casi exclusivamente.  Le basta con saber las reglas generales a la hora de manipular la materia.
- El “arquitecto”: como director o jefe de una obra productiva.  Se le exige mayor rigor y articulación en los conocimientos de los que parte.  Les está reservada la sabiduría teórico-práctica y esto les otorga la posición social de hombres libres.

Otra de las características fundamentales del arte griego es la mímesis o imitación de la naturaleza, en la cual se basa,  pero sería un error interpretarla como un simple procedimiento reproductor de formas tal y como éstas se presentan a la realidad sensible.  Según Lomba la arquitectura imita la armonía del mundo, pero esta armonía no es perceptible para los sentidos habituales y exige la intervención del pensamiento.

La pieza clave es la matemática, entendida como la traducción a otro lenguaje de aquello que se imita. Es la matemática la que consigue la armonía y la perfecta proporción de los edificios griegos. Todo funciona según un número, de acuerdo con estructuras matemáticas, aritméticas y geométricas. Grecia numero prácticamente todo, pero dentro de un esquema geométrico y este esquema es el que constituye la novedad de Grecia frente a la matemática, ya muy evolucionada, de los egipcios y babilonios. Este paradigma geométrico va a resultar válido no sólo para el aspecto mensurable del cosmos, sino también para toda la actividad cultural de la vida ordinaria de Grecia.


2.- El lenguaje de la arquitectura
La última de las invasiones indoeuropeas, la de los dorios, marca el fin de una época (la prehelénica) y el comienzo de otra.

Lo que diferencia a la polis griega del burgo prehelénico es la aparición de determinados edificios, sobre todo, el templo, como alma de la ciudad y objetivo primordial de la arquitectura. El templo es el tema más importante de la arquitectura griega.  Allí los dioses se manifiestan en la estatua monumental en el interior de la cella y queda la impresión de que todo el templo es un inmenso monumento a los mismos.

El templo clásico constituye una unidad cerrada en sí misma basado en el principio de “las tres piedras” (dos elementos verticales unidos por un elemento horizontal) 
           
La primera forma del templo griego era un simple baldaquino para protección de la estatua del culto. Esta forma está unida a una sociedad tribal aún sustancialmente primitiva  que manifestaba una excepcional finura formal al conservar cada elemento particular, estructural y ornamental como una precisa justificación funcional.  La esencia del templo será la cella, habitáculo de la divinidad (su imagen) al que sólo accedía el encargado del culto, mientras que el acto religioso colectivo, popular, se desarrollaba en el exterior, al aire libre, donde, desde los tiempos más antiguos y para siempre, se encontraba el altar.  El desarrollo arquitectónico del exterior tenía plena justificación funcional porque todo el conjunto formaba parte del templo, del cual el edificio columnado era sólo una parte, la naos o casa.  La importancia exterior del templo era superior a la de su interior, porque es la forma plástica del templo la que posee significado.

La construcción del templo es siempre en seco (sin uso de argamasa) lo que exige un gran rigor en el corte de la piedra para lograr una perfecta unión de los bordes y de los ángulos. Se acostumbraba a terminar cada bloque en sus bordes, dejando tosco y ligeramente ahuecado en el centro.  Este procedimiento ahorra trabajo y asegura el perfecto encaje de los bloques (procedimiento ya conocido en Egipto y en algunas construcciones micénicas). Grapas de bronce fijadas con plomo servían para asegurar la unión entre bloque y bloque en los puntos de mayor esfuerzo, aunque esto sólo se utilizó en los edificios más importantes.  Se confía al peso de la piedra la estabilidad de la construcción.

Los griegos estaban convencidos de que todo tiene que estar localizado, situado, pues se entiende que posee un lugar natural o si se trata de cosas artificiales, como las obras de arte, su sitio adecuado, su lugar propio.  De ahí la situación y posición de los templos, construidos generalmente sobre elevaciones de terreno y siempre, sobre una base artificial que los eleva sobre el suelo.  El caso de la Acrópolis es especialmente significativo.  Su carácter de “estar en la cumbre”, de “cumbre de la ciudad”, señala un arriba absoluto donde los dioses se asientan para regir la polis, como la cabeza del hombre se sitúa arriba para gobernar al ser humano completo. Y dentro de la Acrópolis como dentro de cualquier conjunto arquitectónico, cada estatua, cada edificio, cada complemento, tiene un sitio indefectible.

Dentro de la estructura del propio templo todo esto es evidente:
  • El frontón arriba con las representaciones de los dioses con sus historias legendarias, modelo rector de conducta individual y cívica para el griego. Esta terminado en vértice hacia arriba, sin salirse de la estructura, apuntando al infinito.  Es la parte correspondiente a la cabeza del hombre.
  • Las columnas, como las piernas, sosteniendo la parte superior.
  • El estilóbato, horizontal, plano, sin adornos ni relieves,  la parte más baja, la zona pasiva del edificio, como las plantas de los pies.
La estructura de las obras se acomoda y copia lo arquitectónico humano, las obras son abarcables, asimilables al hombre que las contempla, sin exceder jamás las proporciones del mismo, siguiendo el principio de Protágoras de que el hombre es la medida de todas las cosas.

Un elemento fundamental para la tipificación arquitectónica definitiva del templo fue la columnata que circunda y contiene la casa de la divinidad.  En ella, se estructuran y organizan los órdenes griegos (dórico, jónico y corintio), entendiendo por orden un edificio compuesto por tres elementos fundamentales: pedestal (basamento), columna y entablamento.  Toda la arquitectura griega es arquitrabada y durante mucho tiempo ignora el arco, la bóveda y todos los problemas implícitos en la arquitectura del arco.  El orden dórico y jónico aparecen coetáneamente en los principios de la arquitectura griega, mientras que el orden corintio es un derivado tardío del orden jónico.


i)  Orden dórico
La columna dórica nace en el Peloponeso.  Se ha pensado que su forma podría haber derivado de la cultura cretense a través de ejemplos micénicos como el Tesoro de Atreo o la columna del relieve de la Puerta de los Leones de Micenas. Los primeros capiteles dóricos conocidos provienen de Tirinto, de Micenas o de colonias dórias más antiguas.

El orden dórico clásico definitivo esta formado:
1.- como base un pedestal con tres escalones, también llamado crepidoma: dos estereobatos (escalones inferior y medio sin ornamentación, es el basamento sólido sobre el que reposa el conjunto del templo o edificio) y un estilóbato (escalón superior).   
                                                                                                                                                           2.- La columna carece de basa, por lo que el fuste arranca directamente del estilóbato. Veinte (o dieciséis) estrías longitudinales unidas en arista viva surcan el cuerpo del fuste, realzando la verticalidad de la columna. Raramente es monolítico, normalmente se compone de tambores superpuestos. El diámetro del fuste mengua desde el estilóbato al capitel, pero no de modo regular; si no que el tronco de la columna se hincha ligeramente por su centro, en el llamado éntasis.   Antes del capitel, tres surcos horizontales señalan el tránsito al nuevo elemento.
3.- El capitel consta de una moldura fina (collarino), un núcleo principal en forma de plato macizo (equino) y un prisma cuadrangular (ábaco) que remata la columna. Encima del ábaco descansan los tres miembros horizontales del entablamento

4.- El entablamento esta formado por el arquitrabe, el friso y la cornisa.
El arquitrabe es una gran viga de piedra acostada sobre las columnas y no posee  adorno alguno, sobre él y separado por una cinta fina (tenia), cabalga el friso que es una segunda viga en cuyo exterior alternan triglifos (triángulos divididos en tres listeles verticales por dos surcos y dos medio surcos) y metopas (losas aproximadamente cuadradas, sin decorar o con decoración esculpida y pintada).  Al pie de cada triglifo se encuentra una varilla de piedra (régula) con seis gotas.
La cornisa consta de dos miembros: un alero ancho (geison), adornado en su cara interior con tabletas de piedra (mútulos), cubiertas de hileras de gotas y una “sima” o cimacio que admite variada decoración.  En los lados del edificio existe, además de la horizontal, una cornisa ascendente que sigue la línea de doble vertiente del tejado y limita por lo alto el gran triángulo del frontón.

Desde el principio este orden adoleció de un grave mal localizado en el friso.  Su composición estaba regulada por tres principios incompatibles:
  • Todo triglifo deberá encontrarse encima de una columna o de un frontón.
  • Los dos triglifos que coinciden sobre las columnas de los ángulos del edificio deben hallarse en contacto y en ese lugar no se admiten metopas o medias metopas.
  • El eje de todo triglifo coincide exactamente con el de la columna o el intercolumnio correspondiente.

Los principios segundo y tercero no pueden compaginarse más que cuando la anchura de la cara del triglifo es igual al grosor del arquitrabe.  Cuando el triglifo es menor y se observa el segundo principio, habrá que eludir el tercero, de cuyo abandono resulta, entre otras consecuencias, que la metopa que le precede ha de ser necesariamente más ancha que las otras.  En época arcaica la diferencia entre el  arquitrabe y el triglifo es lo bastante pequeña para que la irregularidad no se perciba; pero en época clásica, el arquitrabe hubo de ensancharse para resistir el enorme peso de un entablamento de mármol y de las esculturas que adornaban los frontones.  Los arquitectos del siglo V recurren a un expediente nuevo, que consiste en estrechar el último intercolumnio (contracción simple) o los dos últimos (contracción doble).  Con esta solución se levantan los edificios del dórico clásico, pero el problema del friso perduraba y ello acabó favoreciendo el auge del orden jónico.

ii)  Orden jónico

Aparece en el siglo VI al este del Egeo.

1.-  En su tipología clásica, el pedestal no se diferencia fundamentalmente del orden dórico, pero la columna jónica posee basa.  Esta basa se compone de plinto, tres pares de molduras convexas muy finas (baquetones o boceles) y en lo más alto, una gran moldura convexa (toro) con acanaladuras horizontales.  La basa ática (propia de Atenas) es un poco más simple y mucho más discreta en sus tres molduras esenciales, dos toros y una escocia intermedia (moldura cóncava)
2.- El fuste recibe veinticuatro acanaladuras verticales, separadas por superficies lisas (arista muerta) y aunque tiene una ligera disminución, carece de éntasis, suele ser monolítico y acaba en dos molduras horizontales, un filete y un bocel adornado con un contario.

3.- El capitel posee un equino cubierto de ovas, una voluta (es como una almohadilla con los extremos enroscados en espiral) y un ábaco decorado con hojas y dardos.

4.- Todo el arquitrabe jónico se divide en tres fasciae o bandas horizontales, cada una de las cuales rebasa un poco las medidas de la inmediata inferior.

5.- El friso, cuando existe, es una zona lisa y continua, buen campo para los relieves decorativos.  Cuando se omite el friso los arquitectos hacen correr sobre el arquitrabe un cimacio de ovas coronado por una fila de dentellones adosados al geison de la cornisa.  Desde el siglo IV se combina frecuentemente el friso escultórico y la cornisa denticular.

Sobre los pórticos laterales del templo, hacia donde resbala el agua de lluvia cuando cae del tejado, se encuentran además, unas cabezas de animal (gárgolas) que disimulan los orificios del desagüe. En caso de que estas cornisas laterales carezcan de sima, ocupa su puesto un conjunto de piezas verticales (antefijas) destinadas a recubrir el borde de las primeras tejas.
Tanto en las esquinas del edificio como en el vértice alto de los frontones se levantan grandes adornos plásticos (acróteras) que recortaban sobre el cielo siluetas de monstruos, formas vegetales o figuras humanas.  El tipo habitual de cubierta es un tejado a dos aguas que descansa en un armazón de vigas maestras y viguetas de madera.  En el tejado alternan tejas planas con rebordes laterales (tégulas) y tejas semicilíndricas (ímbrices) que recubren las junturas de aquellas cabalgando sobre sus pestañas.

iii)  Orden corintio

Es una derivación del jónico, del que sólo se diferencia por su capitel de hojas de acanto. 
En la planta de estos templos, el núcleo o elemento principal lo formaba una sala rectangular (cella o naos) que cobijada la estatua del dios a quien el templo está dedicado.  Delante de la puerta de este recinto suele haber un pórtico (pronaos) con paredes laterales rematadas por dos pilastras (antae), una a cada lado del umbral.  Cuando entre ellas existen columnas puede hablarse de “columnas in antis” o “templo in antis”.  Para rimar con el pronaos se construye en el extremo opuesto de la cella un falso pórtico (opistodomos), incomunicado con el templo o bien una cámara cerrada al exterior (adyton), pero con acceso desde la cella.  Los templos monumentales poseen además pórticos de columnas, si las columnas lo rodean por los cuatro costados será templo períptero, si se reducen a la fachada principal será próstilo y si hay en la fachada principal y en la del opistodomos será anfipróstilo. Atendiendo al número de columnas de su frontispicio, el templo podrá ser dístilo (dos columnas), tetrástilo (cuatro), hexástilo (seis), octástilo (ocho), etc.

Hacia el exterior, los templos de la época clásica presentaban correcciones ópticas, es decir, desviaciones de las líneas rectas horizontales o verticales para corregir efectos deformantes en la visión prospéctica de las partes de un edificio, sobre todo en los de grandes dimensiones. (Ver detalle en el tema 12, en relación al Partenón).

Principales correcciones ópticas:
  • Engrosamiento de las columnas angulares, si no la luz las haría parecer más delgadas que las que no están completamente circundadas por luz.  Este engrosamiento comporta una disminución del intercolumnio contiguo y por tanto, de las metopas que están encima, lo cual se indica como “contracción angular”
  • Ligera inclinación, hacia el centro, del eje de las columnas, para contrapesar una excesiva fuga prospética
  • Ligera “curvatura de las horizontales”, es decir, curvatura convexa del plano del estilóbato, con idéntica curvatura en el arquitrabe.  Esto debe remediar la aparente corrosión operada sobre un plano horizontal por la luz y confiere a la construcción un efecto de elasticidad y de vibración vital.
  • Ligera hinchazón de la columna (éntasis) un poco por encima de la mitad de su altura que le da un efecto de elasticidad.
En la base de todo ello opera la imitación de la realidad tal cual es y la que sólo busca un efecto final de percepción sensible gracias al pensamiento y a la imaginación, e incluso de deformar las medidas y las proporciones.

3.- La primera arquitectura arcaica
El siglo VI a.C. presenta la consolidación de la prosperidad de los estados de la Grecia continental.  Las ciudades estado siguen siendo independientes y con frecuencia se hacen la guerra, pero se percibe un creciente sentido de la nacionalidad o de la diferenciación entre los griegos y los demás: los bárbaros. La nueva prosperidad, junto a un vigoroso comercio en torno a las costas del Mediterráneo, y el rápido crecimiento de las colonias fundadas por generaciones anteriores (Italia y Sicilia) dio como resultado la creación de enemigos comunes en ultramar.  A comienzos del siglo V tuvieron que enfrentarse con esos enemigos por la fuerza de las armas.
En el siglo que más o menos transcurrió hasta llegar a este estado de cosas, las artes del mundo griego se fueron acercando a un estilo común, aunque en el siglo VI a.C. las diferencias regionales eran todavía muy perceptibles.

Antes del 600 a.C. se levantan edificios que por la inconsistencia de sus materiales apenas han dejado sobre el terreno una leve huella de su planta.  Por lo que la tradición y la arqueología permiten vislumbrar, los antepasados del templo griego eran edificios de madera y adobe asentados en un zócalo de piedra que los preservaba de la humedad del suelo.  Los troncos de árboles que hacían entonces de columnas se aislaban con discos de piedras en sus pies.

Gracias a unos diminutos modelos de barro aparecidos en los estratos más profundos del Heraion de Argos, se puede reconstruir el templo griego en su forma originaria como una pieza rectangular precedida de un pórtico de dos columnas, cubierta con tejado a dos aguas e iluminada por un ventanal sobre la cornisa del pórtico.  Estos restos son lo que fundamentan la teoría de que el templo griego es un desarrollo ulterior del mégaron heládico.

Se conocen dos templos más desarrollados anteriores al año 600 a.C. en un dórico muy arcaico: el templo de Hera en Olimpia y el templo de Apolo en Thermon.


Templo de Hera en Olimpia, el Heraion. Edificio períptero de seis por dieciséis columnas contando dos veces (como haremos siempre) las columnas de los ángulos. La planta estaba dividida en pronaos, cella y el opistodomos más antiguo que conocemos, con columnas in antis en sus extremos. Sus paredes eran de adobe, aunque descansaba en un zócalo de piedra de un metro de altura y las columnas originales eran troncos de árbol que en siglos sucesivos fueron reemplazadas por otras de piedra.  En el interior de la cella tenía también columnas agrupadas en dos hileras muy próximas a los muros y a los muretes que formaban una especie de capillas laterales.

Este modelo será el más seguido por los primeros templos dóricos, probablemente porque su fachada de dórico hexástilo traduce coherentemente al exterior las líneas esenciales internas.  El edificio hexástilo posee dos columnas que con frecuencia dividen la cella en tres naves, mientras que las intermedias señalan la posición de las antae y la línea de los muros, y los extremos ocupan los ángulos del estilóbato y la vanguardia de las columnas de los pórticos laterales.

Templo de Apolo en Thermon. Sustituía a un templo anterior de planta rectangular con un pórtico adaptado a una forma ahorquillada anterior a la consolidación del mégaron rectangular.          En este la cella se alarga en proporción superior a la de ningún otro y se halla dividida en dos naves mediante una hilera de columnas, la primera de las cuales cae en el centro de la puerta como parteluz.  Esta columna determina que el pórtico exterior sea pentástilo, caso único en la arquitectura griega.  En el entablamento de madera alternaban triglifos de este material con metopas de terracota pintadas por artistas corintios con una decoración muy parecida a la de la cerámica contemporánea.  En la fachada principal se desarrolla un frontón, pero en el extremo correspondiente al opistodomos, el tejado descendía hasta la cornisa, adornado en los lados mayores con antefijas con cabezas humanas y monstruos.

Aproximadamente desde el año 600 a.C., la construcción de piedra reemplaza a la de madera y adobe y se van constituyendo las formas que serían las típicas del orden dórico. La técnica titubea y permanece insegura respecto a las posibilidades de resistencia de la piedra.  En la onda creativa que caracteriza a la época arcaica se van precisando en los elementos de estas construcciones, la distinción entre estructuras portantes y estructuras de relleno. Son éstas últimas las que pueden recibir una decoración ornamental accesoria, mientras que las primeras expresan en sus formas sus propias funciones tectónicas.  En las sucesivas transformaciones cada elemento conservará el origen estructural a partir del cual fue generado.  Esta fidelidad tectónica y esta sensibilidad funcional quedará como una constante de fondo en la arquitectura griega clásica.  Según Bandinelli, si se observa la estructura de los edificios en que estos elementos se han podido todavía controlar, se constata que no existía una relación directa entre el friso dórico y las estructuras lígneas del tejado.  El friso se presenta como un elemento  sencillamente ornamental de revestimiento, situado delante de la parte interior del tejado y destinado a llenar el vacío entre los puntos de apoyo del techo, su borde y el arquitrabe.

Todos estos procedimientos arcaicos de construcción tienen un notable desarrollo en una región del mundo griego donde el orden dórico supo producir obras dotadas de un gran vigor, era un estilo potente, severo, de líneas sobrias, pero capaz de florecer en composiciones equilibradas y macizas.  Los grandes conjuntos de Siracusa, Selinonte, de Agrigento son el resultado de ese afortunado encuentro de disponibilidades materiales prósperas y de un espíritu político-religioso que se preocupó de afirmarse mediante estructuras arquitectónicas prestas a florecer con la fuerza de la primera creación.


Templo de Apolo de Siracusa. El más antiguo de estos templos, construido hacia el 570-560 a.C. en la isla de Ortigia.  De planta regular, períptero y hexástilo (6x17 columnas) y expresaba a la vez la impericia y la arrogancia de los arquitectos y cantero Cleómenes y Epides que grabaron sus nombres en los escalones de la krepis tallada en enormes bloques monolíticos.  Las columnas todavía son cortas y pesadas y el entablamento resulta abrumador

A partir de aquí, los arquitectos de la Magna Grecia empezaron a dominar los materiales y los conceptos del orden.

Templo C de Selinonte.  A mediados del siglo VI (550-540 a.C.) se erigió este templo sobre un santuario ya antiguo.  Tenia una cella muy alargada, con un adito (ádito, ádyton= sala sagrada, trasunto del megarón que se hallaba en la parte posterior del templo griego, incomunicada de la naos y con entrada independiente. Formaba a veces parte del opistodomos. Era inaccesible a los fieles y suele identificarse con el ábato. Diccionario de  términos de arte)  al fondo que aparece cerrado a la columnata exterior, en lugar de abierto, como era común en el opistodomos.  En la fachada una hilera doble de columnas acentuaba la separación de  los espacios y resaltaba su volumen con una escalera de ocho tramos.


Basílica de Paestum.  Hacia el 530 a.C. se levanta el más antiguo de los templos de Hera.  La planta tiene un ritmo impar de fachadas (9x18 columnas) que lleva a consecuencias directas en las divisiones interiores.  La cella aparece dividida en dos naves iguales por una columnata axial, con un pronaos de dos puertas (una para cada nave) y un vestíbulo de tres columnas entre antas  (in antis). 

Es evidente el esfuerzo en ligar entre sí los elementos del proyecto y así los lados mayores son el doble que las fachadas, las columnas del vestíbulo de entrada siguen el eje de las cinco columnas centrales del peristilo oriental y occidental y las columnas divisorias interiores están en relación con sus correspondientes exteriores.  En los detalles no se pudo respetar el principio por razones prácticas: para poder dejar espacio suficiente para la estatua de culto al fondo de la cella, las columnas interiores se van juntando más de este a oeste, perdiendo la relación con las columnas del peristilo.  Al exterior,  todas las columnas acentúan demasiado el éntasis y la disminución, mientras que los capiteles, de equino muy abierto, presentan en la basa un profundo surco que estaba destinado a desaparecer.

Entre el último cuarto del  siglo VII a.C. y prácticamente hasta el siglo V a.C. se desarrolla en las costas jónicas de Asia Menor una excepcional riqueza cultural y un elevado florecimiento cultural.  Es en este contexto donde surgen los grandes conjuntos templarios jónicos, con una tendencia al gigantismo, probablemente inspirada en las grandes construcciones de los soberanos persas y con una elasticidad de concepción que no encontraremos en las rigurosas construcciones dóricas del continente.

Templo de el Artemision de Éfeso.  Construido a comienzos del siglo VI a.C. sobre los cimientos de edificios más viejos.  Edificio jónico diptero, algo irregular, sustituido posteriormente por otro templo.  Sus columnas ofrecían rasgos diferentes a los del orden clásico: el pie del fuste estaba decorado con relieves y el tronco estaba surcado por estrías de arista viva dórica, las volutas de los capiteles a veces se disfrazaban bajo una decoración arcaica.  Se han hallado fragmentos de la cornisa y un enorme parapeto con relieves escultóricos, a pesar de ello es imposible reconstruir el esquema del entablamento.

Otra tipología que surge son los llamados “tesoros” abundantes sobre todo en Delfos y en Olimpia.  Se trata de pequeños edificios levantados por una ciudad con la finalidad de albergar ofrendas.  Son como templos en miniatura, constan de una habitación con cubierta a dos aguas a la que se accede a través de un pórtico con columnas, pero sin columnata circundante.


Tesoro de los Sifnios en Delfos. Primer jónico arcaico, construido hacia el 530-520 a.C..  Pertenecía a una serie de cuatro tesoros en mármol consagrados en el recinto de Apolo por los sifnios, los cnidios, los masolitas y los habitantes de Clazomene.  Son dístilos e in antis todos ellos, los dos primeros se distinguen por el empleo de estatuas de mujer en función de columnas, es decir, de cariátides.  Los tesoros de Marsella y Clazomene mezclaban en sus columnas la basa jónica, el fuste de estrías dóricas y un capitel planiforme derivado del egipcio.  En todos ellos existen rasgos que perdurarán en el jónico clásico, sobre todo el friso continuo con relieves escultóricos y la superabundancia de ornamentación labrada.

Tesoro de los Atenienses en Delfos.  Levantado hacia el 500 a.C., es de orden dórico, construido para poder a buen recaudo sus más valiosas ofrendas al Apolo Pítico.  Es el único edificio de este género que se puede admirar hoy en día casi integro.



Por ahora, en la Grecia continental no existe una arquitectura funeraria.  Las sepulturas que se conocen son individuales, no son monumentales, a base de incineración con deposición en un vaso-osario dentro de un pequeño pozo o de inhumación dentro de una fosa y siempre con un ajuar funerario modesto.

4.-  El periodo de transición

Las creaciones del orden dórico en la Grecia continental no tienen la categoría que las de Occidente.  Hay que esperar al periodo de transición, hacia el 500 a.C. para ver aparecer las obras maestras.

Templo de Artemisa en Corfú.  Es uno de los más importantes y de los más antiguos, se erige a principios del siglo.  Tenía una cella larga, con pronaos y opistodomos, dividido en tres naves por dos filas de diez columnas y desarrollaba un imponente peristilo (8x17 columnas).  El entablamento estaba aligerado por la propia mezcla de materiales, piedra y terracota y por la policromía.  El frontón presentaba una imponente Gorgona que aseguraba la protección del edificio. 

Templo de Afaia en Egina.  Dedicado a una diosa local, fue construido a principios del siglo V en la punta oriental de la isla y con una piedra calcárea que apenas lo distingue del entorno.  En su conjunto se asocia el vigor y la vida del arcaísmo a la elegancia y el equilibrio de las posteriores obras clásicas.  Templo de reducidas dimensiones y de planta hexástila con 6x12 columnas ligeras y esbeltas.  Las líneas finas y casi inmateriales de las estrías llevan la mirada hacia el capitel flexiblemente perfilado, donde la fuerza del equino arcaico aún no se ha borrado.  La cella es clásica con pronaos y opistodomos, cada uno abierto a un pórtico con doble columna in antis.  Aparece dividido en tres naves por dos columnatas dóricas sin basa cuya función es más decorativa que arquitectónica.

Templo de Zeus en OlimpiaConstruido entre el 470-460 a.C., se presenta más pesado que el de Egina pero con algunos rasgos muy interesantes.  Material muy tosco, piedra calcárea de naturaleza heterogénea, estaba suavizado por un estuco de mármol blanco animado con policromía.  Edificio hexástilo con un dórico casi perfecto pero en proporciones gigantes para un templo griego.  La cella estaba dividida en tres naves por dos hileras de siete columnas que sostenían otras tantas del mismo orden como soportes de la techumbre.  Lo más importante es que con él apareció la aplicación progresivamente rígida  de sistemas modulares.  La entrada del templo se situaba al oeste, de modo que se penetraba en el templo en dirección a oriente.  Desde aquí se podían divisar fácilmente el estadio, el hipódromo, la sala de consejo y el altar de Zeus ante el que los atletas juraban antes de las competiciones.  Al norte, se encontraba otro altar de Zeus, erigido en el mismo sitio del comienzo histórico de aquel lugar y también  estaba el viejo templo de Hera, uno de los más antiguos de Grecia y el primero construido en Olimpia. Coronando todo el conjunto arquitectónico y en el norte el promontorio de Cnossos, el dios que luchó contra Zeus por el poder sobre el cosmos y los dioses y sobre la propia Olimpia.

ARQUITECTURA CLÁSICA

1.  Introducción

La época clásica de la arquitectura griega comienza en la segunda mitad del siglo V a.C.  En su sentido histórico, “clásico” viene a significar “perteneciente a la cultura griega o romana”.  Desde finales del siglo XIX, los historiadores han distinguido un “período clásico” dentro del arte griego porque lo consideraron un arte de primera categoría, representando una norma por la que podían juzgarse otras tendencias y porque el orden, la medida y el equilibrio parecían constituir la quintaesencia de este estilo.


2- La arquitectura religiosa

En el año 454 a.C. el tesoro de la Liga Delia se traslada de Delos a Atenas, cristalizándose la gradual transformación de la confederación libre contra los persas en un imperio ateniense que irá acrecentando su poder.   Es en este momento cuando se concluyen las obras abandonas del Partenón en la Acrópolis de Atenas, el gran templo de Atenea Partenopea.  Los administradores del programa constructivo pretendían reemplazar los dos edificios dedicados a Atenea y que habían sido destruidos por los persas en el 480 a.C.  Parece ser que los primeros proyectos del templo eran de Cimón, aunque Bandinelli y Paribeni aseguran que fueron de Clístenes, hasta que las obras fueron entregadas a Ictinos y a Fidias, el organizador de todo el programa de la Acrópolis.  Lo primero que tuvieron que hacer fue preparar el terreno y reemplazar en el sur la antigua fortificación.  Enormes trabajos de terraplenado y de nivelación permitieron extender hacia el sur la explanada donde había de levantarse el nuevo templo, del que Calícrates llegó a construir la ornamentación y los primeros tambores de las columnas.  A este primer templo es al que se tenía que adaptar el nuevo plan de Fidias e Ictinos, instigados por Pericles.  Los elementos ya colocados imponían ciertas restricciones por lo que sólo se podía alargar el templo un poco al oeste y ensancharlo hacia el norte.

El templo ya comenzado respondía a unas estructuras muy tradicionales: era hexástilo de proporciones alargadas con una cella de dos cámaras, la primera de las cuales estaba dividida en tres naves por dos filas de diez columnas y la segunda, de planta cuadrada, tenía cuatro columnas que se mantendrán en el templo definitivo.  Las exigencias impuestas por la gran estatua crisoelefantina de Atenea realizada por Fidias y las órdenes de Pericles que quería hacer de este templo el símbolo de la grandeza ateniense, no podían llevarse a cabo con esa planta tradicional y el espacio que ofrecía.  Además, Ictinos tuvo que aceptar, quizás por razones económicas,  los tambores de las columnas de mármol, ya tallados y colocados, por lo que se vio sometido a las consecuencias que afectaban a las proporciones derivadas del diámetro inferior de las columnas.

Para hacer el templo mayor, ya no se podían alargar los entrepaños sin alterar las proporciones, el arquitecto aumentó el número de columnas del peristilo, adopto el ritmo de ocho columnas en la fachada (no seis) y diecisiete en los costados (en lugar de dieciséis), redujo la longitud de la galería, lo que permitía alargar la cella y aunque la longitud del edificio aumentó algo, sobre todo se ganó en anchura, agrandando el basamento hacia el lado norte.  El pronaos y el epistodomos se reducen al mínimo y la fachada principal se subraya por una segunda fila de columnas. 

Estas transformaciones fueron tan hábilmente calculadas que el arquitecto llegó a establecer entre las nuevas estructuras una íntima relación modular basada en la propia dimensión que se le impuso, el diámetro inferior de la columna.  La relación de ese diámetro inferior con la distancia corriente interaxial de columna es de 4/9, vuelve a encontrarse en las dimensiones del estilobato, entre la longitud y la anchura y en las dimensiones correspondientes de la cella.  También interviene en la determinación de las verticales, la anchura de la fachada y su altura o en el nacimiento del frontón.
 
El resultado fue un edificio completo de mármol (incluidas las tejas), dórico, octástilo, de 69’50 m. de longitud y 31 de anchura.  Su cella esta dividida en dos partes desiguales por un muro transversal que convierte el recinto en un doble templo.  En la mayor de las estancias se hallaba la estatua crisoelefantina de Atenea Pártenos de Fidias, flanqueada y respaldada por una columna dórica, sobre cuyos capiteles corría un arquitrabe y sobre éste descansaba otra columnata, dórica también, que sostenía las vigas de la techumbre.  El amplísimo opistodomos constituía el verdadero Partenón, es decir, el lugar en el que las muchachas tejían el manto de la diosa.  Su techo se apoyaba sobre cuatro columnas jónicas.

Según Pollit, esta fusión de formas jónicas y dóricas en el Partenón pretendía expresar una de las cualidades de la Atenas de Pericles.  El orden jónico suscitaba la idea de lujo, el refinamiento y el intelectualismo de Jonia, el dórico se asocia con la seca simplicidad del Peloponeso.  En un templo que encarnaba a Atenas, era natural que Pericles quisiera armonizar ambas cosas.
En el exterior, las columnas poseen una altura un poco mayor que los cinco diámetros y medio.   En el equino de sus capiteles, la forma dórica alcanza la cumbre de su perfección.  En las esquinas del edificio los capiteles adquieren proporciones mayores, ajustándose a las columnas, que también aquí tienen mayor espesor.  El problema de las metopas y los triglifos en el friso se resuelve de manera distinta que en los demás templos, en lugar de ensanchar las metopas vecinas a los triglifos de los ángulos, se estableció una disminución gradual entre las metopas del centro de las fachadas, que son más anchas y las próximas a las esquinas, así ningún triglifo coincide con el eje de las columnas.

La impresión de elasticidad que producen las líneas del Partenón, es el resultado de las correcciones ópticas, es decir, la curvatura de los elementos teóricamente rectilíneos.  El estilóbato dobla ligeramente sus aristas, dejando los ángulos extremos a un nivel más bajo que el del centro; todas las columnas presentan la disminución y el éntasis; las columnas de las esquinas son más voluminosas que las intermedias; las columnas de todo el peristilo se inclinan imperceptiblemente hacia los muros de la cella y todas las superficies verticales sufren también una ligera caída hacia el interior, mientras el entablamento hace lo mismo en sentido contrario. 

Según Vitrubio las correcciones del Partenón son lo que los griegos llaman “compensaciones”, para contrarrestar la ilusión óptica. Se basa en la suposición de que los arquitectos querían que todos los elementos de sus edificios parecieran regulares y correctos y que la función de estas correcciones sería la de hacer que el aspecto del templo correspondiera a su concepción mental.  Cabe la posibilidad de adoptar un punto de vista distinto y sostener que el propósito era el de hacer que el templo pareciera diferente de cómo era en realidad.  Es posible que la curvatura del estilóbato del Partenón pretendiera acentuar la distorsión óptica normal, de forma que templo pareciera todavía más inmenso de lo que es (según Pollit si se mira una horizontal desde abajo, la experiencia óptica normal es que la línea parece no hundirse, sino combarse hacia arriba).  Una explicación similar podría aplicarse al éntasis de las columnas y a la disminución de anchura de las metopas en proporción a su proximidad a la esquina del edificio.  A este punto de vista se puede objetar que supone una especie de aspiración ostentosa y teatral a la magnitud que no parece encajar con el gusto artístico en la Atenas de Pericles.

Otra interpretación, también según Pollit, de estas correcciones sería la de que eran desviaciones intencionadas respecto a la “regularidad” con el propósito de crear cierta tensión en la mente del espectador entre lo que espera ver y lo que ve en realidad.  Es para Pollit, esta tercera interpretación la que parece reflejar de forma más natural la experiencia intelectual de la época. Indica que en el Partenón la experiencia de las cosas está armonizada con lo que se sabe que son. 

Después de terminado el Partenón, toda la obra de conversión de la Acrópolis en un suntuoso conjunto monumental cobra un nuevo impulso en los años que quedan hasta finales del siglo V. 
Toda la Acrópolis constituye un enorme “témenos” que es el suelo directamente vinculado o la residencia de una divinidad o también el espacio sagrado que rodea a un templo en Grecia.  En la última fase de construcción se levantaron los Propileos, enorme pórtico que aspiraba a cubrir todo el costado meridional de la Acrópolis; en tiempos de la guerra del Peloponeso se construyó, en el norte del recinto sagrado, el Erecteion, que reemplazaba al viejo templo de Atenea Polias y junto con otros edificios peor conocidos, los atenienses levantaron en el saliente que quedaba delante de los Propileos, el pequeño templo de Atenea Niké.


Entre el 437 y 432 a.C. se construyó el acceso a la Acrópolis por su flanco occidental, los Propileos, en las condiciones topográficas más difíciles pero aportando buenas soluciones arquitectónicas.  Estaba limitado por un lado por los derechos del santuario de Atenea Niké y por el sur por los terrenos sagrados de Artemis; por otro estaba obligado a continuar la antigua construcción de los propileos del siglo IV y a adaptarse a los movimientos de la Vía Sacra que seguía la procesión con sus carros y animales de sacrificio.

El resultado fue un edificio que responde a todas las dificultades conservando una unidad real.  Sus dos frentes se componían de una fachada dórica hexástila, con el intercolumnio central más ancho para dar paso a la Vía Sacra.  La dificultad estaba en situar esta vía de acceso en el interior del vestíbulo.  Allí, bordeando el espacio, que coincide con la puerta central, el arquitecto situó dos filas de seis columnas jónicas.  A continuación se encontraba el muro, atravesado por cinco puertas: la central, ya comentada, y dos más pequeñas sobre cada una de las plataformas laterales.  Franqueadas estas puertas se pasaba al segundo pórtico, que sólo poseía seis columnas en su frente y se alzaba en un nivel más alto que el pórtico exterior.   Desde allí se podían  ver los volúmenes del Partenón hacia el sur y del Erecteion hacia el norte, a ambos lados de un eje principal jalonado por ofrendas y estatuas.  En los Propileos, Mnesicles había proyectado unas alas que no llegaron a construirse en su totalidad, aunque sí parece que se edificó la llamada Pinacoteca en la que Pausanias pudo contemplar cuadros.

Al lado de los Propileos, se encontraba el pequeño templo de Atenea Niké que resulta ser un excelente ejemplo del jónico clásico.  Se comenzó a construir en el 449 a.C. para conmemorar el tratado de paz firmado con los persas, pero las exigencias de mano de obra en el Partenón y en los Propileos hicieron que quedara incompleto.  El proyecto, del arquitecto Calícrates, se recuperó después del 431 a.C. quizás con modificaciones.  Mientras los Propileos ya habían sido construidos y la estrechez del espacio que quedaba obligó a reducir el edificio de Calícrates.  Queda un extraño templo, en el que la cella es más ancha que profunda, con el lado posterior literalmente al borde del barranco.  Las columnas jónicas son cuatro en el frente y cuatro en el lado posterior.  Tenía dos pilastras entre las antae y ninguna pared intermedia por lo que el edificio se cerraba mediante una reja de bronce. 

El Erecteion  está situado al borde de la ladera septentrional, tenía que ocupar un área que albergaba los lugares más sagrados y más antiguos de la Acrópolis, lugares conectados con cultos de fertilidad, deidades telúricas y cultos heroicos cuyos orígenes se remontaban a la Edad del Bronce.  Allí estaban las tumbas de Cécrope, Erecteo y Bootes, primeros reyes de Atenas, allí estaba el olivo milagroso de Atenea y la huella del tridente y las fuentes salobres dejadas por Poseidón, la grieta en que el dios niño Erictonio, en forma de serpiente, custodiaba la Acrópolis y por último el santuario de Pándrosas. 


Todo esto no podía ser encerrado en una construcción clásica y el arquitecto decidió plantear una estructura expansiva bastante irregular.  Se comenzó a construir hacia el 421 a.C. y se termino entre el 407 y el 404 a.C. Dado el carácter sagrado del suelo, los constructores  se vieron imposibilitados de nivelarlo, así los varios recintos en que el templo se divide quedan a distintos niveles. 

En planta el edificio es un rectángulo orientado de este a oeste, con una sección oriental, correspondiente a la cella de Atenea Polias, precedida por un pórtico de seis columnas jónicas y una sección occidental que comprende a su vez tres recintos: una estancia rectangular (el Erecteion propiamente dicho) con un pórtico en cada uno de sus extremos y dos cámaras interiores, que en su tiempo estaban separadas por un muro bajo que no alcanzaba la altura del techo.  Las tres cámaras de esta sección se encuentran a más nivel que la cella de Atenea. Su entrada septentrional tiene un gran pórtico de seis columnas jónicas dispuestas de manera que quedan cuatro por delante y dos por detrás de los ángulos.  En el pavimento, se respeta la hendidura hecha por el tridente de Poseidón y para ello se construyó una especie de brocal de pozo a su alrededor.  Una parte de este pórtico no está adosada al edificio, sino que se encuentra desplazada para cubrir la entrada del recinto de Pándrosas. En el lado sur se levanta el famoso Pórtico de las Cariátides, con estatuas puestas al servicio de la arquitectura como fustes de columnas.


En el Ática, los arquitectos se mantuvieron discretos en el empleo de formas jónicas, no ocurre lo mismo en el Peloponeso, donde la intrusión del estilo jónico creó una oposición neta entre las columnas dóricas exteriores y las distribuciones interiores que llegaron a ser completamente autónomas e independientes.

Templo de Apolo de Bassae.-  Es el más peculiar, construido después del 430 a.C.  El bloque de la cella, bastante alargado, está rodeado por un pórtico de columnas dóricas (6x15).  El interior presenta dos hileras de columnas jónicas, adosadas cada una de ellas a un lienzo de pared que arranca perpendicularmente de los muros laterales.  Estas columnas eran excepcionales, no sólo por la forma y amplitud de sus basas, que casi duplican el diámetro del fuste, sino por la singular estructura de los capiteles: en su cara principal tienen una voluta con el centro muy elevado y en los lados medias volutas unidas en ángulo a la cara anterior.  Es un tipo parecido al del capitel jónico clásico que se utiliza en las esquinas de los templos, pero está anticipando al capitel jónico de cuatro caras, propio de la arquitectura helenístico-romana y, en cierto modo, antecesor del capitel compuesto.

Al fondo de la cella se abría un adyton y delante de éste había una columna, posiblemente exenta, con capitel corintio,  que no se conserva, aunque si se pudo dibujar y por ello sabemos que la corona de hojas que formaba su núcleo alcanzaba muy poca altura, las espirales interiores eran grandes y sus cuerpos aplanados y el ábaco es un bloque de superficies lisas. Las diferencias con el posterior capitel corintio son evidentes pero esta presentando un antecedente bastante convincente. 

La tradición cuenta que Calímaco inventó el orden corintio a partir de unas hojas de acanto que crecían alrededor de una tumba.  Esto nos puede hacer pensar que el capitel corintio tuviera alguna asociación funeraria al principio.  En cualquier caso, se trata de una solución arquitectónica formalmente muy hábil porque combina la altura de la columna jónica, especialmente idónea para interiores, con la unidad de aspecto que permite un capitel prácticamente circular.

También es bastante extraña la orientación norte-sur.  Es la misma posición que tuvo el anterior templo de Apolo, parece ser que en ese terreno era imposible la orientación este-oeste por la nivelación.   Pollit opina que puede haber también factores religiosos determinantes para esta orientación. 


A finales del siglo V, las Guerras del Peloponeso supusieron una enorme crisis para Grecia.  Una de los efectos experimentados por los griegos durante la guerra fue una nueva orientación de la religión, el individuo sólo importaba en tanto que era partícipe de la polis, hacia cultos que implicaban una relación personal y emotiva con la deidad.  Se alumbraron nuevos cultos mistéricos y se fomentó la recuperación de antiguos cultos cuyos elementos irracionales y misteriosos no hacían más que realzar su atractivo.

Todo ello, dejará su huella en la arquitectura.  Se alterna la construcción de templos con otros muchos edificios.  Perdida la hegemonía de Atenas, las ciudades jonias de Asia se convirtieron en centros importantes.  Allí se construyen templos jónicos de bastante importancia. 

Templo de Atenea en Priene.  Es casi un modelo canónico del jónico. Comenzó a construirse
hacia el 340 a.C. sobre planos del arquitecto y escultor Pytheos.

Templo del Artemisión de Éfeso.- Es uno de los templos más importantes junto al templo de Apolo en Dídima.  En el 356 a.C. se destruye el viejo Artemisión y se inicia la reconstrucción sobre un basamento más alto y con mayor decoración.  La cella estaba precedida por un profundo naos, respaldado por un breve epistodomos y rodeado por un bosque de 117 columnas ordenadas en tres hileras de ocho en la fachada occidental, en dos hileras de nueve frente al opistodomos y en dos hileras de veintiuna a cada lado.

Templo de Apolo en Dídima.  Es el más grandioso de construcción religiosa  de este momento.  Reemplazaba a un templo de época arcaica.  Se trata de un edificio muy original: al exterior tiene la apariencia de un gran díptico jónico tradicional con una fachada con diez columnas encima de un alto basamento de siete escalones desdoblados en catorce para formar el tramo de escalera intermedio.  El cuadrado, de nueve pies de lado, sirve como módulo para toda la construcción.  Desde la fachada se pasaba a un vestíbulo profundo con cuatro filas de tres columnas, famosas por la riqueza de su decoración.  A esta pronaos se abrían tres vanos con distinta finalidad. En el centro se dispuso un amplio vano inaccesible a 1’45 m. por encima del enlosado. Era la “puerta de las apariciones” y desde allí se daban las respuestas a las preguntas al oráculo practicadas en el interior.  Los otros dos vanos daban acceso a corredores abovedados que desembocaban en un patio interior que estaba reemplazando a la cella tradicional. Este patio encerraba los elementos naturales y primitivos del oráculo: el manantial, el laurel y un ádyton que era una sala jónica con la estatua de culto situada al fondo del patio.  Enfrente una escalera conducía a la sala llamada “del laberinto”, al nivel del amplio vano central del vestíbulo.

En los recintos sagrados de Delfos, Epidauro y Olimpia aparecen en el siglo IV los tholos, estos edificios que no eran exactamente templos pero sin duda tenían una función religiosa que hoy ignoramos.  La cella era circular, se encuentra entre dos anillos de columnas, un pórtico exterior y una columnata interna que se prestan a la combinación de órdenes característica de este siglo.

Tholos de Delfos. Tenía un peristilo de veinte columnas dóricas y un anillo interior de diez columnas corintias, muy próximas al muro pero no adosadas a él. 
Tholos de Olimpia. Financiado por Filipo de Macedonia y Alejandro Magno.  Tenía 18 columnas jónicas en el exterior y nueve columnas corintias adosadas al muro en el interior.

Tholos de Epidauro. Obra de Policleto el Joven, tenía veintiséis columnas dóricas al exterior, sobre ellas descansaba un friso con metopas decoradas por rosetas; en el interior, columnas corintias, más secas y lineales que las de Delfos.

2.1 arquitectura funeraria
Hay que mencionar las grandes tumbas de los señores de Asia, con formas de una monumentalidad nueva que preparan el ambiente para las grandes tumbas del periodo helenístico.  Los dos primeros ejemplos se encontraron en la región de Licia, al sur de Asia Menor, y son:

El Heron de Trysa. Típica tumba licia con cubierta a doble vertiente y rodeada de un patio cercado por un muro con grandes cintas de relieve. 

Monumento de las Nereidas. Mandado construir por un príncipe licio entre 410 y el 400 a.C.  Templete jónico, tetrástilo y períptero, con esculturas de Nereidas entre las columnas, se alzaba sobre un  alto basamento decorado con dos frisos escultóricos.  Sus capiteles están inspirados en los del Erecteion probablemente porque sus arquitectos fueran licios que viajaron a Atenas al iniciar Pericles su proyecto de construcción y volvieron a su país cuando la guerra detuvo las obras.

Mausoleo de Halicarnaso. Es el edificio funerario más impresionante, es el sepulcro de Maussollo, sátrapa de Caria.  Tiene una importante decoración escultórica en la que parece que participó Scopas.  Se inició en el 352 a.C. Consta de un enorme podio rectangular ceñido por dos frisos escultóricos, un templo jónico períptero y una pirámide de veintitrés escalones rematada por una cuadriga de cuatro caballos. La nueva época sintetiza así la tradicional forma local (torre), con la griega (templo columnado) y la egipcia (pirámide).


3.-  La arquitectura civil
Las primeras construcciones son formas elementales de la arquitectura doméstica, en el siglo VI empiezan a aparecer los espacios y edificios públicos.

Primero, las ágoras o plazas públicas, que pertenecen a la comunidad, forman zonas protegidas con una composición arquitectónica normalmente bien definida.  El ágora más antigua es la Megara Hibla, del siglo VIII a.C., con una plaza separada de las calles y de los barrios vecinos por dos estoas simples, una al norte y otra al este, que se abren hacia el interior de la misma.  Las estoas no sólo cierran y delimitan el espacio, sino que también forman un telón de fondo en el que se destacan las principales construcciones del ágora y proporcionan resguardo a los habitantes de la ciudad. En estos pórticos acabarían instalándose a  finales del siglo V tiendas y salas con diferentes funciones.  En el interior del ágora, la disposición de los edificios revela una gran libertad, aunque con algún principio funcional que las ordena. 

Ágora de Atenas.-  Se separa de la Acrópolis a principios del siglo VI.  En la ladera occidental se agrupan edificios políticos y religiosos en una sucesión sin orden de plantas diversas.  Los límites de la zona pública estaban determinados por hitos.  Durante los siglos V y IV a.C. los contornos de la plaza se regularon y guarnecieron con las propias uniones de los edificios públicos y religiosos.  Al noroeste, al norte y al sur se construyeron pórticos para albergar oficinas, lugares de reunión, salas de tribunales, galerías de pintura, etc. En diagonal, de noroeste a sudeste, la plaza estaba atravesada por la gran avenida de las Panaceas.  Ninguna estructura arquitectónica responde a ningún principio de organización sistemática, aunque siempre aseguraban las múltiples funciones de la plaza pública, siendo durante la arquitectura monumental helenística cuando este espacio gozará de un plan de regulación sistemática.
 
Dentro del ágora, podemos ver distintas tipologías de esta arquitectura destinada a reuniones y asambleas: el pritaneion, las salas de consejo o bouleuterion y los teatros.

- El Pritaneion. Ubicado en el mismo centro de la ciudad, era el edificio donde se ejercía la magistratura suprema.  Su estructura se la impuso su función, teniendo en cuenta que las funciones religiosas y profanas estaban íntimamente unidas.  Tenía que albergar el hogar de la ciudad y el culto a la diosa Hestia, también debía guardar los archivos y además tenía que permitir la vida en común impuesta al colegio de prítanes durante su cargo.  Se construía sobre una planta rectangular con salas yuxtapuestas para las diferentes funciones.  Estas salas daban a un patio bordeado por uno o dos pórticos y con una fachada más o menos monumental que se abría hacia la plaza pública.  Los mejor conservados son los de Delos y Priene.

- El bouleuterion. Durante mucho tiempo la asamblea de ancianos se celebraba al aire libre, pero desde el siglo VI, el consejo de ancianos tuvo su propio edificio.  Los primeros ejemplos de esta tipología siguen basándose en la planta rectangular.  En Delfos y Olimpia se conservan ruinas de esas salas, sencillas y austeras, donde los escaños de los senadores se disponían a lo largo de los muros laterales.

Es importante señalar la influencia de la gran sala de asambleas donde se desarrollaban las ceremonias de iniciación en el santuario de Deméter en Eleusis. A principios del siglo VI, el santo lugar primitivo, en forma de simple megarón rectangular, se integró en una gran sala de doble columnata interior y planta alargada, muy parecida a los templos de entonces.  Hacia el 525 a.C. se dio el paso fundamental hacia la planta cuadrada.  Una gran sala regular (27x27 m) tenía gradas rectilíneas en tres de sus lados, interrumpidas, en el ángulo sudoeste donde se respetaba el trazado del megarón antiguo.  La fachada oriental, donde se hallaban las tres puertas de acceso, se realzaba con un largo pórtico y el espacio interior estaba divido en varias naves por cinco filas de columnas.  Esta solución no era muy buena porque la densidad de las columnas cortaba la perspectiva y no permitía a los espectadores seguir las ceremonias que se desarrollaban en su interior.  Ictinos fue el autor del mejor proyecto.

El mejor ejemplo conservado es el de Priene.  Construido sobre una planta cuadrada que se apoya al norte sobre una pendiente natural y que se abre al sur por un largo pórtico de columnata doble que constituye el borde al ágora.  Desde el pórtico se accede al interior por dos puertas entre las cuales se sitúa una exedra (obra de planta semicircular).  En el espacio central, se alza el altar, mientras que los otros tres costados están ocupados por los graderíos.  La circulación interior estaba asegurada por cuatro escaleras situadas de dos en dos en los extremos meridionales y septentrionales de cada una de las salas.

Entre los edificios utilitarios cuya distribución interior estaba muy adaptada a su función, destacaremos el arsenal del Pireo, construido por Filón y conocido por descripciones.  Tenía más de cien metros de longitud, se concibió como una galería monumental, que debía unir el puerto con el ágora.  El espacio central era de tránsito público, abierto a los ciudadanos.

- El teatro. Aparece íntimamente ligado al paisaje y no llega a constituirse como un edificio puramente autónomo.  Las partes principales del teatro son:
  • Orchestra (etimológicamente lugar donde se danza). Es el elemento primitivo y fundamental.  Este espacio, en tierra batida, es un poco más amplio que un semicírculo, sólo excepcionalmente, como en Epidauro, es un círculo completo.  Generalmente, bajo la orchestra sólo hay canalizaciones para el agua de lluvia, aunque en algunos teatros se han encontrado estructuras que permiten suponer la existencia de dispositivos para fingir apariciones de ultratumba.  En torno a este semicírculo aparecen a menudo asientos de honor, en piedra, adornados con esculturas, mientras que el resto de asientos que forman la cavea eran de madera.
  • Koilon o cavea. Parte que contiene el graderío para los espectadores.  En época clásica la cavea se divide horizontalmente por un corredor en dos o tres sectores y verticalmente en más por escaleras que sirven para la llegada y salida de espectadores.  Sólo en el siglo IV encontramos caveas construidas enteramente en piedra, aunque encajadas en pendientes naturales del terreno.
  • Escena. Podio con edificio detrás en el que se desarrollaba la acción de los actores.  En principio fue una construcción ocasional a base de madera y toldos y sólo a principio del s. V, siempre en madera, asume líneas arquitectónicas.  La escena como edificio arquitectónico se desarrollará en el Helenismo.

Teatro de Dionisios en Atenas.-  Uno de los ejemplos más importantes, se encuentra sobre las laderas meridionales de la Acrópolis,  Recibió su forma definitiva en tiempos de Licurgo (338-326 a.C.), aunque desde el 490 a.C. los espectáculos relacionados con las fiestas del culto a Dionisios se trasladaron al emplazamiento del futuro teatro, abandonando su anterior ubicación cercana al ágora.

Teatro de Epidauro. Construido a mediados del siglo IV presenta la misma estructura, pero con una orchestra circular de la que parten trece escaleras que dividen como radios la zona inferior en doce sectores.  Esta división se duplica en la zona alta por medio de veintitrés escaleras.  La forma de la escena es problemática, pero probablemente era ya una construcción alta, con un frente de pilastras y columnas jónicas adosadas a ella y dos salientes, las paraskenias (según el diccionario de términos de arte: entre la orchestra y la escena media el proskenion que proyectaba dos salas simétricas y laterales o paraskenia, que servían de almacén) que cerraban sus flancos.  La desigual naturaleza del paisaje ha sido sometida a la estabilidad matemática de una figura de proporciones exactas.

Mientras en Atenas florecen todas estas construcciones, en Occidente los módulos clásicos serán recibidos pasivamente y en la costa jónica las consecuencias políticas y económicas de las guerras contra los persas, marcan un cierto estancamiento hasta el siglo IV.  Es aquí donde surge la figura de Hipodamo de Mileto, al que se le ha atribuido un papel de urbanista que según algunos no le corresponde.  Las fuentes no le mencionan como arquitecto y lo cierto es que el sistema de construcción de la planta urbana en retícula (conocido como “hipodámico”) existía ya desde las primeras fundaciones coloniales en Sicilia y en la Magna Grecia.  Según Aristóteles, Hipodamo se basaba en la hipótesis de ciudades de no más de diez mil habitantes, repartidos por igual entre militares, campesinos y artesanos, con división del terreno en sacro, público y privado.

  PERIODO HELENÍSTICO

1.1.        Introducción y características generales.
La llamada época helenística en el arte griego es la que se desarrolla entre la muerte de Alejandro Magno (323 a.C.) y el principado romano de Augusto (31 a.C.). Alejandro Magno era macedonio v, por tanto, sólo se le podía calificar de griego por pura cortesía; sin embargo llevó las fronteras de su reino, por la fuerza de las armas, hasta más allá del Imperio persa. Cuando murió en Babilonia, Grecia estaba unida por primera vez en su historia, y las fronteras de su dominio llegaban hasta el Indo al este, y desde las llanuras del sur de Rusia al norte, hasta el Egipto del sur. Sólo en occidente la influencia griega se vio reducida por el poder de Cartago v Roma.

Después de la muerte de Alejandro su imperio se dividió y Grecia dejó de ser el único, o ni siquiera el principal, centro de influencia y riqueza del mundo griego. Incluso en la vieja Grecia, donde las ciudades-estado tenían fundamentos más firmes, los horizontes se ensancharon en la época helenística y el mundo se volvió menos estable.

Hay  cinco actitudes que se consideran como especialmente características de la época helenística, con un reflejo obvio en el mundo artístico: la obsesión por la fortuna, la mentalidad teatral, la mentalidad erudita, el individualismo y el talante cosmopolita.

La originalidad de la arquitectura helenística está en la utilización de esas formas al servicio de un vigor de creación monumental y de una ampliación de las estructuras en donde se revela la fuerza de unos arquitectos que supieron adaptar la tradición clásica a las nuevas condiciones históricas del mundo griego y a su extensión geográfica.

La arquitectura de las ciudades dejó paso a una arquitectura principesca y monárquica donde las preocupaciones de ostentación, el cuidado por expresar e ilustrar la presencia política, o por testimoniar las posibilidades económicas o financieras, acabaron llevando a la subversión de las proporciones y del equilibrio que el cuadro de las ciudades clásicas había impuesto. En Asia Menor la arquitectura se entiende de una manera muy diferente a la de la Grecia continental o el occidente helenizado. De entrada, hay una disposición ritmada y coordinada de los edificios, en contraste con el «desorden» que hemos visto en los santuarios clásicos.

Inicialmente, podemos pensar que esta disposición ordenada fue consecuencia del hecho de que tales construcciones eran ejecutadas programáticamente, siguiendo los designios de un príncipe. En un segundo momento, los principios de una composición coordinada se hicieron consecuencia de una visión estética conscientemente perseguida y desarrollada a partir de la cual se colocarán los volúmenes arquitectónicos en el tejido urbano. Una diferencia sustancial entre la arquitectura clásica y la helenística, será, precisamente, ese interés predominante por el conjunto, por el juego de las relaciones entre las masas de los edificios, por su “vista”. Esto es, una manifestación más de la mentalidad teatral de la época.

Los órdenes tradicionales, el dórico y el jónico, continuaron su curso, pero las dificultades inherentes al ordenamiento del friso dórico, le dieron algunos problemas. Aunque posiblemente no sería la dificultad del friso lo que alejaría a los arquitectos helenísticos del estilo dórico. Bien pudiera ser que consideraran que las formas del dórico eran de una pesadez terrestre, primitiva, casi megalítica.

Por eso el dórico deja de ajustarse a los severos principios de su canon tradicional para hacerse ligero y flexible, cualidades por las que influyó más sobre la arquitectura romana y renacentista que el dórico clásico. Libres de las severas leyes de la simetría, las columnas y los miembros del entablamento se acomodan a cualquier  necesidad práctica; los triglifos se multiplican hasta entrar dos o más en el espacio de un intercolumnio, que por su parte suele ser también más ancho que en la época clásica; las columnas se estiran y afinan; en los capiteles aparece el equino de perfil recto, y desde el siglo II, especialmente en las columnas adosadas, un perfil de cuarto de círculo con adorno de ovas.

A la esbeltez de la columna corresponde un entablamento ligero, mucho más bajo que el de los edificios clásicos. Finalmente, el orden dórico va desapareciendo paulatinamente de los templos y aumenta su empleo en los grandes pórticos y las vastas columnatas donde, reducido al alineamiento de la fachada entre las antas de los muros laterales, la columnata no plantea problemas a los arquitectos.

Paralelamente, el orden jónico, cuyo entablamento lineal no ofrecía dificultades, evolucionó y se enriqueció. Su facilidad para acoger motivos decorativos respondía mucho más al gusto de la época. La invención del capitel angular, con planta cuadrada y cuatro volutas situadas en las diagonales, suprimía una de las dificultades de su empleo El orden corintio no se inventó en el periodo helenístico, pero fue en manos de estos arquitectos donde por primera vez se aplicó al exterior de edificios importantes a costa, incluso, del jónico.

En el origen del capitel corintio se encuentra, sin duda, el motivo de las hojas de acanto tan abundantemente empleadas en las estelas funerarias del siglo V, donde sustituyó a la palmeta primitiva. Su forma puede derivar del mobiliario y de la decoración de interiores. La semejanza entre el capitel corintio y el que aparece en la columna sobre la cual se posa la Atenea Nike en el escudo de la Atenea Partenos de Fidias, también sugiere un origen en las artes decorativas.

En cualquier caso, su forma respondía perfectamente al gusto por la decoración que se abrió paso en el siglo IV. Por fin, la combinación de los órdenes en edificios de varios pisos, fue una característica fundamental de la arquitectura helenística que iban a heredar los romanos. Con todo esto, la arquitectura disponía de un repertorio de formas mucho más rico y variado.

Su capacidad de inventiva introdujo dos nuevos elementos: el orden ornamental y el arco acompañado de bóveda. Desde finales del siglo VI a.C., los arquitectos habían utilizado la semicolumna embebida en la extremidad del muro, o la columna pegada al muro, pero el motivo se mantuvo discreto y limitado en el empleo de interiores. Sin embargo, poco a poco, el orden ornamental, más decorativo que arquitectónico, se hace autónomo y acaba pasando al exterior. Esto marcó una fuerte ruptura con la tradición clásica, en la que la forma no se separaba de la función, pero llegó a ser fundamental para la arquitectura romana.

El arco y la bóveda entrarían definitivamente en el repertorio de los arquitectos a lo largo del periodo helenístico. El arco de clave no apareció hasta el siglo IV ya sabiamente dominado en las puertas de algunas murallas, y las tumbas macedónicas ofrecen buenos ejemplos de bóvedas de cañón.

Los tratados de Hermógenes fueron la principal fuente de Vitruvio para todo lo concerniente al orden jónico y el mismo tratadista romano le reconoce dos grandes aportaciones: la sistematización de las proporciones y el esquema del templo pseudoperíptero. Hermógenes llegó a dar un flexible código de proporciones para relacionar el ancho de los intercolumnios con la altura de las columnas. La suma de ambas medidas equivalía en todos los casos a doce y medio diámetros del pie de la columna.

Por otro lado, el templo pseudoperíptero no fue invención suya probablemente, aunque Vitruvio así lo creyese, pero él sí fue el autor de la regla que daba a la cella una longitud tres veces mayor que la anchura, quedando la ordenación definitiva del pronaos[1], la cella y el opistodomos[2] en 2:3:2, aunque en la práctica sus templos la tienen de 2:3:1 obedeciendo a la costumbre helenística de hacer el opistodomos poco profundo.

Su edificio más interesante es el Artemision de Magnesia, octástilo, pseudoperíptero y hecho en general conforme a aquellas normas que por recomendación del tratadista romano han ejercido gran influencia en la arquitectura posterior.

1.2.        La arquitectura religiosa.

La mentalidad teatral se manifiesta en la arquitectura religiosa en el emplazamiento de los templos muchas veces en lugares espectaculares. Los templos griegos de la época clásica se construyeron en lugares que a nuestros ojos pueden parecer dramáticos o pintorescos, pero su situación vino dictada sobre todo por complejas consideraciones religiosas.

Se va a elaborar la arquitectura de los lugares sagrados con el propósito de ofrecer una especie de emoción turística a quienes los visitaran. Columnas, escaleras, rampas, puertas monumentales, etc... Se emplean para colocar a los potenciales espectadores de manera que cada nueva vista que se abriera sucesivamente ante ellos les sorprendiera.

El santuario de Asklepion en la isla de Kos y el templo de Atenea Lindos en Rodas, son dos buenos ejemplos. La isla de Kos, situada frente a la costa de Asia, a poca distancia de Halicarnaso, tenía un célebre santuario de Asclepios, en el que se desarrolló la escuela de medicina de Hipócrates.

En él había una serie ascendente de terrazas adornadas con pórticos, escalinatas, templos, altares y fuentes, dispuestas al parecer con la intención de que los visitantes (principalmente enfermos) fueran pasando, de manera casi ritual, por niveles cada vez más elevados de intensidad espiritual. La terraza inferior, organizada a finales del siglo IV se componía de un propileo, una estoa y una fuente cubierta. Aquí seguramente los visitantes se purificarían con el agua sagrada. En la terraza siguiente, organizada en el siglo III, un templo jónico situado a la izquierda tenía enfrente un altar parecido al luego famoso Altar de Pérgamo. A finales del siglo III se construyó una pequeña estoa en el lado izquierdo de la terraza.

Por último, hacia el 160 a.C., se edificó la terraza superior, coronada por un nuevo templo dórico de Asklepio, seguramente construido según uno previo. Sería en los pórticos de esta terraza donde los devotos dormían y esperaban a la visita milagrosa del dios.

La acrópolis de Lindos es ya bastante imponente como estructura geológica, pero además, hacia el 330 a.C se erigió allí un nuevo templo de Atenea en sustitución de otro de época arcaica. El templo en sí era un dórico tetrástilo bastante convencional.

Además de estos grandes conjuntos monumentales, la arquitectura helenística vio nuevas tipologías de santuarios de las que pueden ser ejemplos el Arsineo y el Hieron en el Santuario de los Grandes Dioses de Samotracia. El culto en Samotracia era de origen griego y comprendía ritos mistéricos relativos a diversas deidades. Durante esta etapa helenística se construyó un conjunto de edificaciones nuevas, destinadas al parecer a diferentes etapas dentro de los ritos de iniciación.

El Arsineo era una construcción circular con un techo cónico que le daba el aspecto exterior de un tholos. Se levantó entre el 289 y el 281 a.0 con el apoyo de Arsínoe I, la esposa de Lisímaco. Su interior era un espacio libre relativamente grande sin soportes interiores que lo interrumpieran, lo que le convirtió en el primer espacio monumental de este tipo construido antes de la época romana. La cara interior del tambor se decoraba con una galería simulada de semicolumnas corintias que al exterior se correspondían con unas pilastras con entablamento dórico.

El Hieron, construido hacia el 325 a.C., era el escenario de la revelación culminante de los misterios de Samotracia. Una vez atravesado su pórtico dórico de aspecto convencional, el visitante se encontraba con una cámara larga con un ábside en el extremo opuesto y bancos a los lados. El ábside estaba decorado con dos enormes antorchas y acaso equipado también con una abertura para verter libaciones sobre un afloramiento de la roca sagrada. Su interior se parece más a los posteriores templos de Mitra de la época romana que a los templos griegos tradicionales.

1.3.        La arquitectura civil.

Paralelamente a las tipologías religiosas, hay un enorme desarrollo de la arquitectura civil.
Durante la época helenística, la arquitectura de las casas es mucho más original que antes. Son mayores y están mejor equipadas, aunque se mantienen fieles al concepto mediterráneo de la casa encerrada en sí misma, cuyas habitaciones se agrupan en torno a un patio central. No suelen tener fachada decorativa, pero sí presentan en su interior buenas decoraciones de mosaicos y pinturas.

Algunas tipologías de la época clásica, como el bouleuterion o el teatro, se siguen desarrollando ahora.

El Bouleuterion de Mileto, por ejemplo, construido entre el 175-164 a.C., se compone de tres grandes unidades: un propileo tetrástilo que da acceso a un patio cuadrado con una tumba en el centro y pórticos en tres de sus lados, y al fondo un edificio rectangular cuyo eje mayor corta perpendicularmente el eje longitudinal del conjunto.
Su exterior no permite ver su complicada disposición interna, pues lo que por fuera parece un templo sobre podium es una gran sala que con-tiene la copia de la cavea[3] de un teatro de piedra con todos sus elementos y rodeado de corredores. Esta cavea alcanza la misma altura que el podium aparente. En el interior, por encima de éste, los muros llevan columnas adosadas y están perforados por ventanas o adornados con un gran escudo en cada intercolumnio.


Otras tipologías que se habían desarrollado poco, encuentran ahora un gran campo de actuación.

La estoa, fundamental en las ciudades, evolucionó muy lentamente. Las primeras estoas no eran más que largos pórticos con muros en su parte trasera diseñados para proporcionar refugio. Sólo más adelante, cuando se extendió su uso y se unieron varias de ellas, comenzaron a delimitar y a dominar las áreas abiertas de las ciudades griegas.

El agrupamiento de estoas en forma de U se descubrió en Priene a finales del siglo IV a.C., pero resultó muy débil y hubo de reconstruirse. En el 150 a.C. se volvió a construir completamente la estoa sagrada de esta ciudad y, una vez terminada, había cerrado el lado abierto de la U uniendo los dos brazos con un arco de medio punto.

Este arco sirvió para encerrar toda el ágora y además enmarcaba su vista a medida que el visitante se aproximaba a ella por el este. El eje que da el centro (siempre más alto) de un arco de medio punto (lugar en el que el espectador tiende a situarse) impone una simetría a todo el conjunto que preocupó mucho a los planificadores de Priene y que es muy diferente a aquella que antes aseguraba la simetría interna de los edificios. En este caso no se trataba de crear un único objeto simétrico, sino más bien de buscar relaciones simétricas entre distintos objetos.

También en Atenas, la estoa de Zeus, del siglo v a.C., contaba con dos pórticos proyectados a ambos lados, de manera que el visitante que se aproximaba a ella, durante un momento, quedaba literalmente rodeado por columnatas. Sin embargo, la estoa más interesante de Atenas es la de Atalo, muy posterior, por-que refleja perfectamente una de las principales características de estas tipologías.


Reconstrucción de la estoa de Priene.


La nueva estructura social en el periodo helenístico, quizás mucho más estratificada, pueda haber alentado el interés por los diferentes órdenes como expresión de la distinción de clases en entornos arquitectónicos. Es decir, cuanto más privado y menos público era un entorno, más se distinguía su condición elitista por medio de los órdenes.

La estoa presenta cuatro órdenes diferentes a partir de una estricta reciprocidad entre la mayor privacidad y la mayor riqueza del orden utilizado. La columna frontal del piso inferior es dórica estriada, la siguiente es jónica no estriada, mientras que en la última fila de columnas de este piso se encuentra el orden corintio.

Es decir, el orden posee mayor ornamentación cuanto más se aleje del espacio público del ágora, tanto horizontal como verticalmente. Por otra parte, estos últimos capiteles no eran propiamente corintios, sino que estaban decorados por una doble hilera de hojas frondosas. Sus prototipos más inmediatos son los denominados capiteles eólicos, que eran muy populares en la cercana Eólide hacia el 600 a.C., pero que desaparecieron más tarde.

También en Mileto, durante el siglo IV a.C., como parte de la reconstrucción de la ciudad en líneas regulares, se construyó una estoa con forma de L alrededor de una esquina del puerto.

En el siglo siguiente, ya se construyó en el ágora sur de la misma ciudad otra que constaba de dos formas en L contiguas, proporcionando como resultado un ágora completamente cerrado.

De la misma forma, el ágora inferior de Pérgamo, construido por Eumenes II en la primera mitad del siglo II a.C., era un gran patio cerrado, aunque algunos autores opinan que esta última obra debe asociarse más bien a otro grupo de patios helenísticos porque no aparece subordinada a la planificación de la calle, como sería lo habitual en un auténtico ágora. Probablemente derivaba de una tradición de edificios enteros con patios interiores más que de la de los espacios urbanos abiertos. No podemos olvidar que las casas griegas se construían siempre alrededor de un patio.

En cualquier caso, la ciudad de Pérgamo se convertirá en la más espectacular aplicación de la forma de entender la arquitectura y el urbanismo en la época helenística.
El éxito de Pérgamo en el siglo II a.C. se debió en gran medida a la sagacidad y al ingenio de Eumenes II, el hijo mayor de Atalo I. Bajo su mandato se construyó la nueva Pérgamo.

A las partes monumentales de la ciudad se les dio un emplazamiento espectacular en la falda meridional de la ciudadela (el resto de los lados eran demasiado abruptos para construir en ellos), a lo largo de una cuesta, hasta la cima de la acrópolis.

Los artistas que tranzaron los monumentos de esta pendiente parece que la concibieron en ascensión no sólo física, sino también simbólica, con los edificios dedicados a asuntos mundanos en la parte inferior, los relacionados con la educación y la formación intelectual en la parte intermedia, y los que representaban los poderes divinos y la cima de los logros culturales en la parte más alta.

De esta manera, después de atravesar la gran puerta meridional, se llegaba al ágora inferior, donde se compraban y vendían las cosas de la vida material. Luego se continuaba un camino que subía a un conjunto de tres gimnasios: el más bajo para niños (hasta los catorce años), el intermedio para efebos (de quince a diecisiete años) y el más alto para jóvenes (a partir de los dieciocho años).

Los gimnasios griegos no eran simplemente instalaciones para el ejercicio físico, sino escuelas de formación intelectual en las que se enseñaba aritmética, geometría, música, literatura y otras materias. Los gimnasios de nivel superior, como el de Pérgamo (pero también los de Priene o Mileto), con su gran sala de lectura en hemiciclo, eran importantes centros cultura-les donde los principales filósofos y oradores perpetuaban las tradiciones de la cultura griega.

Los gimnasios de Priene y Mileto también son típicos del siglo II a.C. El gimnasio de Priene tiene un patio rodeado de columnas dóricas y tras él, en el lado norte, una fila interior de columnas jónicas conduce al aula o ephebeion, ésta última con ventanas enmarcadas en orden corintio. Si recordamos la teoría de Onias sobre la jerarquía elitista de los órdenes, nos daremos cuenta que las estancias más importantes son de orden corintio, mientras que las menos importantes (los patios abiertos) son dóricos. Así, en el gimnasio de Mileto, sólo tres lados del patio son dóricos (tanto el pórtico de entrada como todo el lado norte son jónicos), pero el aula, también en el lado norte, presenta rasgos aún más corintios que en Priene.

En la planta del gimnasio de Mileto se refleja también la preocupación por la relación visual de las diferentes partes del edificio: los gimnasios anteriores solían guardar la simetría con los dos ejes. Sin embargo, en Mileto, los lados izquierdo y derecho del patio son los únicos que se corresponden; los otros dos no sólo tienen columnas de distintos tamaños, sino que en realidad son incluso de distintos órdenes (dórico en el lado más próximo y jónico en el más alejado). Esta evolución coincide con la transformación del patio cuadrado en patio rectangular. Sin embargo, esta reducción general de la simetría está compensada por el desplazamiento del propileo al centro del muro de entrada y por la colocación del aula en el centro del lado opuesto.
Siguiendo con Pérgamo, justamente encima de los gimnasios aparecían los primeros santuarios de divinidades importantes. Más adelante se seguía un camino en curva que conducía al ágora superior y desde allí se llegaba a la terraza del monumento supremo de la religión olímpica pergameana (el gran Altar de Zeus, al oeste) y al principal santuario de la religión del estado (el Temenos del culto al gobernante).

Vinculado a la tradición de los altares jónicos que situaban la mesa de las ofrendas en un alto basamento escalonado cuya parte central se prolongaba en dos laterales en ángulo, Eumenes II, en el Altar de Pérgamo, transformó el esquema tradicional en un rico conjunto donde las formas arquitectónicas y los motivos esculpidos están íntimamente relacionados.

Una escalera daba acceso a la plataforma central encuadrada por dos antecuerpos salientes. El conjunto entero reposa en un basamento de cinco escalones inscritos en un rectángulo y sobre el zócalo con escultura se eleva la columnata jónica. En todo el conjunto se examina cuidadosamente la relación espacial entre el espectador y el monumento. Se accedía al altar desde su cara posterior, a través de una puerta abierta en un muro que formaba un ángulo oblicuo con el altar. El arquitecto se ha asegurado de que el espectador entre en contacto primero con todo el monumento, porque cuando accede al mismo se sitúa en el punto de unión entre la bisectriz que corta perpendicularmente el lado posterior del altar y el muro oblicuo trasero de cierre.

Entonces el espectador observa que el eje de su movimiento y visión, le conduce a un punto próximo al extremo norte del lado oriental del altar, donde las figuras de Zeus y Atenea se contrapesan simétricamente mientras se ocupan de sus enemigos y, debido a su postura inclinada hacia fuera, inician un movimiento que rodea el altar en dos direcciones.

Por fin, en la acrópolis de Pérgamo, un pórtico y otros veintiséis metros de terreno todavía separaban al visitante de la última visión espectacular, el santuario de Atenea con el templo más antiguo de la ciudad. Pegada a su costado estaba la gran biblioteca de Eumenes que funcionaba como una especie de sancta sanctorum de la cultura y el intelecto. Este edificio, junto con el teatro, parece que se entendían como la cima simbólica de Pérgamo.

El arte griego no se detiene de repente con el saqueo romano de Corinto, en el año 156 a.C., ni con la decisión de Atalo II de dejar en herencia su reino de Pérgamo a Roma en el 133 a.C. El arte helenístico de los países que bordean el Mediterráneo oriental siguió floreciendo igual que antes, aunque con menos originalidad. El momento de esplendor les llegaba ahora a los romanos y sólo ellos podían rematar la conquista cultural que Grecia había ejercido sobre todo el mundo conocido.



[1] Pronaos: pórtico que da acceso a la naos o cella. Atrio o parte anterior de un templo.
[2] Opistodomos: parte posterior de un edificio. Concretamente, en el templo griego, la parte posterior, opuesta al pronaos o sea, un atrio simétrico al pronaos y sin comunicación con la naos.
[3] Cavea: Graderío del teatro del anfiteatro o del circo destinado a los espectadores, que entre los griegos, se llamaba koilón.

1 comentario:

  1. muy interesante para entender mejor las culturas minóicas y griegas.

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