lunes, 26 de julio de 2010

TIPOLOGIAS ARQUITECTONICAS EN EL PROXIMO ORIENTE ANTIGUO

     1.  Introducción
Mesopotamia, «país entre ríos», constituye junto con Egipto el foco originario de desarrollo de la civilización occidental en la Antigüedad. Durante los tres primeros milenios de la Historia el amplio espacio geográfico que discurre entre las cuencas fluviales de los ríos Tigris y Eufrates fue compartido por un gran número de pueblos y culturas de distinta procedencia que coexistieron o se sucedieron en el tiempo, aportando sus peculiaridades y dando forma a un ámbito cultural caracterizado por su gran diversidad y por la agitada vida política de su recorrido histórico. Pese a ello, estos pueblos mantuvieron a lo largo de los siglos unos rasgos de unidad y continuidad cultural.

Punto de partida y referencia fue, sin lugar a dudas, la cultura sumeria, desarrollada por un pueblo procedente al parecer de los desiertos de Irán, que se instaló a mediados del IV milenio a.C. en el sur de Mesopotamia y protagonizó dos hechos fundamentales desde el punto de vista del nacimiento de la civilización:
- el surgimiento de la escritura 
- el desarrollo de las primeras sociedades urbanas.

En su proceso de organización socio-política los sumerios convirtieron a la ciudad en el eje de su desarrollo, centro y sede de las estructuras de poder y punto de referencia para la vida de la comunidad; estas ciudades se convirtieron en centros activos de un arte puesto al servicio del poder.

Así pues, la cultura sumeria proporcionó las primeras pautas de desarrollo de la arquitectura mesopotámica, adaptada en principio a las condiciones naturales de una zona caracterizada por la escasez de piedra y de madera, en cuyo defecto el adobe se convirtió en el principal material de construcción. De hecho, los primeros templos sumerios en los que empezaron a gestarse las normas de la arquitectura religiosa mesopotámica, fueron construidos con adobe.

Se trataba de construcciones en principio sencillas, conformadas por una estructura cuadrada o rectangular, que albergaba una estancia dedicada al culto, una mesa de ofrendas y un nicho para la estatua del dios, a las que con el tiempo se fueron agregando dependencias y edificios anejos que aumentarían la complejidad del espacio inicial.

Desde un principio estos conjuntos estuvieron rodeados de un perímetro de fuertes muros con entrantes y salientes que les identificaba como construcciones religiosas y les dotaba de una imagen similar a la de los recintos fortificados. Al tiempo que desarrollaron el rasgo que acabaría por convertirse en norma arquitectónica de gran parte de los templos mesopotámicos de la Antigüedad, su edificación sobre una plataforma elevada compuesta por las ruinas de construcciones anteriores que convertían al templo en una especie de una montaña artificial, la cual adquiriría su definición más acabada en los zigurats o torres escalonadas neosumerias de finales del III milenio a.C.

Junto a estos edificios, la evolución socio-política de la cultura sumeria daría lugar a la construcción de los primeros palacios, caracterizados por poseer unas estructuras complejas, compuestas por un gran número de dependencias distribuidas en torno a patios y dedicadas a actividades diversas. Ambas construcciones, templos y palacios, definirán durante un amplio período de tiempo la imagen de las ciudades mesopotámicas.

El legado sumerio, enriquecido con las aportaciones de los acadios,  constituyó el substrato común de desarrollo de pueblos y culturas de diversa procedencia que llegaron a la zona a lo largo del II y el I milenio a.C. Algunos de estos pueblos impusieron su hegemonía y fundaron unos imperios capaces de crear y mantener a lo largo de los siglos una identidad propia. Fue éste el caso de Asiria y de Babilonia, potencias herederas de la cultura sumerio-acadia que, sin embargo, supieron desarrollar unos rasgos culturales y artísticos particulares adaptados a sus necesidades de representación política y a la organización administrativa de sus estados.

Pero el devenir histórico del Próximo Oriente en la Antigüedad no se reduce exclusivamente a Mesopotamia, sino que incluye también las llamadas «áreas periféricas» (conjunto de culturas —la hitita, fenicia, palestina, siria y persa— que ocuparon en la Antigüedad los territorios limítrofes con Mesopotamia). Si bien no gozaron de una unidad geográfica y una continuidad histórica similar a la de las grandes culturas de este ámbito, si consiguieron desarrollar su propia personalidad artística, con claras influencias mesopotámicas, egeas y egipcias, a partir de las cuales realizaron interesantes aportaciones en el terreno artístico, incluido el de las tipologías arquitectónicas. Su importancia residirá, en gran medida, en el valor que adquirieron como instrumento de difusión y enlace entre la cultura y el arte del Próximo Oriente y el del Mediterráneo en la Antigüedad.


TEMPLOS Y SANTUARIOS
Esquema-resumen
1. El templo en la sociedad mesopotámica:
Los templos sobre plataforma en la tradición sumeria: de Eridú a los templos del periodo Protohistórico
El zigurat o «torre escalonada»: el modelo de la III dinastía de Ur.
Las torres escalonadas en los grandes imperios de Asiria y Babilonia
Los «templos bajos» en la arquitectura mesopotámica
Los templos bajos de Asiría y Babilonia: diversidad de plantas y modelos
2. Los templos y santuarios de las áreas periféricas
Los templos hititas
Los templos sirios y fenicios
Los hebreos y el Templo de Salomón

1.  El templo en la sociedad mesopotámica.

Aunque se puedan establecer un elevado número de variantes tipológicas, ya que fueron muchos y muy diferentes los templos construidos por las diferentes culturas, se ha optado aquí por realizar una clasificación más sencilla, que reconoce la existencia de dos modelos básicos de templos mesopotámicos:
- los elevados sobre plataforma, que culminarán en las torres escalonadas
- los templos bajos.
Cada uno de ellos posee numerosas variantes obedece a procesos históricos, culturales y religiosos distintos, aunque basados en unos mismos principios que se irán explicando a continuación. Junto a estos templos deberemos estudiar los de las llamadas «áreas periféricas); que desarrollan tipologías diferentes a las mesopotámicas, entre los que se encuentran los hititas, sirios, fenicios y hebreos.

La construcción de templos fue una constante entre las comunidades mesopotámicas desde sus primeras fases de desarrollo urbano. La explicación debemos buscarla en el importante papel que desempeñó la religión en la formación de dichas comunidades y de su pensamiento político, articulado desde un principio en torno a un régimen teocrático que partía de la existencia de una teogonia de dioses relacionados con las fuerzas de la Naturaleza, de los que dependía el mantenimiento del orden y la subsistencia de la ciudad que ellos mismos había fundado.
En este sistema, el rey fue considerado como un ser directamente engendrado por la divinidad, al que correspondía el papel de intermediario entre ésta y los hombres, y al que se atribuía la misión de edificar templos en señal de gratitud a los dioses. El templo pronto se convirtió en sede del poder secular y sacerdotal, ostentado en los primeros tiempos por una misma persona, siendo el verdadero eje vertebrador de la vida religiosa, politica y social de las primeras ciudades mesopotámicas.

Este proceso determinó la evolución de la arquitectura religiosa:
- en época protohistórica el templo es ya el elemento identificador de las comunidades agrícolas sumerias. Su composición arquitectónica, todavía muy sencilla, empieza a adquirir rasgos propios que le distinguen de los edificios que le rodean.
- a partir de aquí la arquitectura religiosa evolucionará complicando progresivamente sus estructuras para adaptarse a las necesidades práctica y representativas de unas comunidades también complejas.
- el templo llega así a convertirse en un gran conjunto monumental en el que se almacenaba los excedentes de la producción y desde el que se organizaba la actividad artesanal, agraria y comercial del país, afianzando su posición de dominio en el espacio urbano.

1.1   Los templos sobre plataforma en la tradición sumeria: de Eridú a los templos del periodo Protohistórico

La primera referencia en el proceso de formación que conducirá a la construcción del ziggurat o torre escalonada, que constituye la tipología básica del templo mesopotámico, debemos buscarla en la llamada «fase de Eridú» (h. 5000 a.C), correspondiente todavía a la etapa de desarrollo prehistórico de la cultura sumeria.  La ciudad de Eridú, considerada la más antigua del sur de Mesopotamia, se organizó en torno a un templo que fue renovado hasta en 17 ocasiones. Su estructura primitiva  consistía en un sencillo edificio cuadrado compuesto por una sala a modo de capilla, en la que existían dos únicos elementos reseñables:
- un nicho abierto en uno de sus muros para señalar el lugar de aparición del dios
- una mesa de ofrendas ubicada ante él, los cuales pervivirían desde entonces asociados a este tipo de edificios.

En los estratos superiores de Eridú, concretamente en los niveles VIII y VII, la estructura inicial descrita se complica para adquirir una forma que perduraría a partir de entonces asociada a los templos. Consistía ésta en una planta rectangular tripartita compuesta por una espaciosa nave central y otras dos laterales divididas en capillas, el ámbito central ya aparecía claramente diferenciado de los laterales tanto en su forma como en sus funciones.

Planta del templo de Eridu. Nivel Vil.

Junto a ello, incorporó otro de los elementos típicos de los templos mesopotámicos: la tendencia a la elevación y la obtención de formas macizas articuladas verticalmente mediante unos contrafuertes que daban lugar a una fachada de entrantes y salientes, dotando al templo de un aspecto de fortaleza elevada sobre una plataforma, a la que se accedía a través de una escalera abierta en uno de sus lados mayores.

Reconstrucción hipotética del templo de Eridu.
Este sistema pronto empezó a ser empleado con fines decorativos, explotando los juegos que las luces y las sombras de entrantes y salientes ejercían sobre las fachadas para dar dinamismo a la imagen exterior del edificio y suplir así el pobre efecto que provocaba el adobe sobre la apariencia de la construcción.

De esa misma época es el conjunto religioso de Tepe Gawra, compuesto por tres templos dispuestos en U, con  contrafuertes tanto en el exterior como en el interior. Al parecer estos primeros templos estaban destinados exclusivamente a la clase sacerdotal y no permitían el acceso de los fieles al culto, lo que puede justificar su organización interna. Otra característica fue la escasez de vanos, existiendo únicamente alguna puerta de acceso y una ausencia total de ventanas.



Los rasgos desarrollados en el templo de Eridú constituirían el fundamento de la estructura tipológica del templo mesopotámico, que adquirirá una forma prácticamente definitiva en la fase de Uruk (3500-3200 a.C), con la llegada al sur de este ámbito geográfico del pueblo sumerio. Fue entonces cuando surgieron las primeras ciudades propiamente dichas, cuando se inventó la escritura y cuando aparecieron algunas de las novedades más importantes en el campo del urbanismo y de la arquitectura, confirmándose el protagonismo del templo en la vida de la ciudad.

El templo se convierte ahora en elemento aglutinante de la comunidad y ello se trasladará a su imagen arquitectónica, que adquirirá unas proporciones monumentales y dominará con su presencia la ciudad. Así se observa en Uruk, habiéndose localizado varios conjuntos religiosos con templos superpuestos, de entre los que destacan desde el punto de vista de la evolución tipológica el Templo de Inanna o «casa del cielo» y el denominado Templo Blanco.

Templo de Inanna o «casa del cielo». Su principal rasgo distintivo es la construcción total o parcial de su estructura a base de sillares de piedra caliza, un material inexistente en la zona que debió ser importado desde lejos. Desde el punto de vista tipológico, podemos considerarle como una variación de lo ya visto en Eridú, si bien introduce novedades interesantes en la articulación de su espacio interior: se organizó mediante una nave central en forma de T que terminaba en una cabecera dividida en tres capillas, y dos naves laterales muy compartimentadas abiertas al espacio central.

Formando parte del conjunto religioso de Inanna se hallaba otro templo más pequeño pero de estructura prácticamente idéntica que, aportaba el empleo de un recurso funcional y decorativo llamado a tener gran éxito en la arquitectura mesopotámica; se trataba del enriquecimiento escultórico de sus muros mediante la aplicación de un mosaico de pequeños conos de arcilla cocida y coloreada  que formaban sobre la pared bandas geométricas, contribuyendo a su embellecimiento y a la protección de la estructura arquitectónica de los agentes externos.
   
Templo Blanco de Uruk. Tomando de nuevo como base lo ya realizado en el templo de Eridú, . dio un paso más en la disposición exterior del edificio, acentuando la tendencia a la elevación del templo mediante la disposición de la construcción en lo alto de una montaña artificial, orientada a los cuatro puntos cardinales y elevada casi 13 metros sobre el nivel del suelo. Una escalinata construida en uno de los flancos de la montaña daba acceso a una gran terraza sobre la que se ubicaba el templo, al que se llegaba mediante una rampa que cruzaba el acceso anterior.

Desde el punto de vista tipológico la importancia del Templo Blanco reside en constituir el paso previo a la configuración del zigurat propiamente dicho. Su elevación parece estar relacionada con el significado trascendente que los sumerios otorgaban a la montaña, a la que veían como una representación de la tierra, en cuyo interior residía el origen de la vida y de los ciclos de la naturaleza.

A la Gran Madre se la llamaba Ninhursag, «Señora de la Montaña». La montaña era el lugar de manifestación de lo divino, punto de encuentro entre los dioses y los hombres y lugar especialmente dotado para la ubicación del templo, pues constituía un espacio sagrado por sí mismo.

Por otra parte, la construcción de grandes templos sobre elevadas plataformas que imponían su presencia en la ciudad, se convirtió en un símbolo del poder de la Monarquía, que actuaba como interlocutora entre la comunidad y la divinidad, tendencia que experimentó un gran auge y que tuvo su continuidad en la siguiente fase de la historia sumeria, la conocida como de las primeras dinastías o del dinástico arcaico (2900-2330 a.C.), momento en el que surgiría una nueva tipología de conjunto religioso: el del templo bajo inscrito en el caserío urbano

1.2  El zigurat o «torre escalonada»: el modelo de la III dinastía de Ur.

La fundación del Imperio Acadio bajo Sargón de Acad (2340-2180) supuso un paréntesis en la evolución  de las novedades tipológicas sumerias. El sistema de ciudades-estado se vio interrumpido, inaugurándose un nuevo sistema político de corte absolutista que centralizaba el poder del estado en manos del monarca. La ciudad ya no servirá en estos momentos a los intereses económicos del templo, de modo que experimentó un proceso de decadencia.

Pero esta fase fue superada a finales del III milenio con la caída del Imperio Acadio y la fundación de la III dinastía de Ur (período neosumerio, 2125-2025), con la que las ciudades sumerias recuperaron su papel. Los monarcas de esta dinastía asumieron la tradición sumerio-acadia: gobernaron un estado centralizado y desempeñaron un importante papel político y religioso. En consecuencia, el templo recuperó su protagonismo entre los edificios públicos, siendo en estos momentos cuando se dieron las condiciones necesarias para que se configurase, a partir de las experiencias que venían ensayándose desde época protohistórica, la tipología que gozó de mayor tradición en la cultura de Mesopotamia: el zigurat.

La construcción partía de la idea ya desarrollada de la montaña artificial escalonada, que había dado lugar a los templos sobre. La tipología era, en realidad, muy sencilla: consistía en una construcción maciza, construida con adobe y recubierta de ladrillo, de planta cuadrada o rectangular, cuyas paredes estaban dispuestas generalmente en forma de talud. Sobre esta base se iban levantando sucesivamente terrazas en número impar y de forma decreciente, configurando una estructura en torre escalonada a cuyos módulos se podía ir ascendiendo a través de un sistema de escaleras construidas en ladrillo. Aunque algunos textos (Heródoto) han hecho suponer que en la cima de estas estructuras se ubicaba un templo, la arqueología no ha permitido comprobar su existencia.

El zigurat de Ur , realizado por el rey UrNammu, lo podemos considerar como prototipo de esta modalidad de construcción.
Estaba ubicado en medio de un patio, como el templo de Jafache, y tenía planta rectangular con los ángulos orientados a los cuatro puntos cardinales. Constaba de tres terrazas, a la primera de las cuales se accedía mediante tres escalinatas que conducían a un espacio del que partía a su vez otra escalera que llevaba al templo que supuestamente se ubicaba en su cima.
Parece ser que este zigurat, como el resto de los que se construyeron en Mesopotamia, estaba delimitado por murallas, dentro de las cuales existían patios y dependencias anejas, siguiendo la tendencia que ya hemos visto desarrollarse en los templos sumerios del período dinástico.

Muchas son las cuestiones que desconocemos respecto al zigurat mesopotámico, entre otras la de la función precisa que desempeñaba. Las teorías al respecto son diversas y van desde las que atribuyen su forma a la necesidad de buscar un lugar seguro para proteger a la divinidad de las inundaciones, hasta las que consideran que simplemente se trataba de articular una estructura en forma de altar desde la que hacer ofrendas a los dioses y realizar determinadas ceremonias, pasando por otras menos aceptadas para las que el zigurat era en realidad un observatorio astronómico. Quizá la idea que ofrece más fundamento es la que relaciona la forma del zigurat con la religión mesopotámica: la montaña (concepto) es un lugar religioso, sagrado, para el pueblo mesopotámico. Los atributos son:
- es el lugar donde se concentran los misterios de la vida,
- de ella proceden las lluvias, que hacen brotar la vegetación; por lo que se la llama Diosa Madre.
- es el escenario donde tiene lugar lo sagrado, es sobrehumana. El medio de comunicarse con lo divino. El zigurat representa una escalera de unión del cielo con la tierra: es la entrada.

1.3  Las torres escalonadas en los grandes imperios de Asiria y Babilonia

Las tipologías arquitectónicas configuradas a partir de los precedentes sumerio-acadios, constituyeron la base de una tradición arquitectónica que sería continuada en sus rasgos básicos por los pueblos que habitaron Mesopotamia en los dos milenios siguientes, llegando a constituir los grandes imperios de Babilonia, al sur, y Asiria al norte. La explicación debemos buscarla en el deseo de continuidad respecto al substrato cultural y las prácticas políticas precedentes, lo que repercutió en la pervivencia de unas creencias y un culto religioso que, junto al papel económico y administrativo, fue en buena medida el responsable de la estructura de los templos.

El zigurat, pasó a formar parte del paisaje habitual de Babilonia y Asiria, convertido en símbolo arquitectónico del respecto de sus ciudades hacia las creencias religiosas del país. La mayoría de ellos han desaparecido totalmente o conservan solo la parte más baja de su estructura. Sabemos, sin embargo, que existieron algunas variantes pero que no aportan novedades substanciales y afectan únicamente a su elevación, al número de estructuras escalonadas, o a la ubicación y forma de sus accesos. No podemos dejar de referimos, sin embargo, a dos variantes de este tipo de construcción que se realizaron, respectivamente en Asiría y Babilonia.

La primera se refiere al zigurat de Jorsabad, (Imperio Asirio Tardío, primera mitad del I milenio a.C.). Contaba con más de tres pisos, cada uno decorado en un color, enlazados por una rampa helicoidal continua que ascendía en torno a su núcleo y que rompía con el tradicional acceso a través de escaleras. Los deberes rituales de los monarcas asirlos, que seguían representando el papel de mediadores entre la sociedad y los dioses, constituyeron parte importante de sus actividades, de modo que los templos pasaron a integrar el conjunto del palacio.

En este punto hay que hablar del desarrollo  de la ciudad de Babilonia bajo el mandato de Nabucodonosor Las fuentes documentales conservadas hablan de un elevado número de construcciones religiosas —casi dos mil— entre templos, capillas, puntos de rezo, etc., ubicados en el interior de la ciudad, donde se realizaban suntuosas ceremonias religiosas que culminaban en la fiesta del año nuevo, con procesiones que enlazaban el templo principal de Marduk y, tras atravesar la Vía de las Procesiones y la Puerta de Ishtar, llegaban al templo de la fiesta, fuera de la ciudad. Pero de todas las construcciones religiosas de Babilonia, solo los restos de diez de ellas han llegado hasta nuestros días.


El zigurat más destacado es el conjunto que recibía el nombre de Etemenanki («casa fundamento del cielo y de la tierra») descrito por Heródoto e identificado con la mítica  Torre de Babel.
Las reconstrucciones que se han realizado revelan que se trataba de una gran mole construida de adobe y recubierta de ladrillos, de 90 metros de lado y otros 90 de altura, que se alzaba sobre un grandísimo terraplén en forma rectangular cerrado por una muralla con 12 puertas, que albergaba en su sector meridional un conjunto de edificios auxiliares.
Parece ser que el zigurat contaba de siete pisos, supuestamente de colores diferentes, así como de una gran escalera exenta que daba acceso al segundo piso. Desde allí, según los autores, debía accederse a la cúspide, en la que existía un templo al que según narran los textos Nabucodonosor II decoró con ladrillos esmaltados en azul claro.

Además de en Babilonia, los reyes de las dinastías caldeas erigieron zigurats en otras ciudades. Uno de los más destacados es el que Nabucodonosor II mandó erigir en Borsippa, el cual recibió el nombre de Eurmeiminanki (casa de los siete conductores del cielo y de la tierra), y fue durante mucho tiempo considerado como la verdadera torre de Babel.

1.4  Los «templos bajos» en la arquitectura mesopotámica

-Las novedades sumerias: los templos fortificados de época dinástica y el acceso en eje acodado
Durante el denominado período del «dinástico arcaico» o «de las primeras dinastías» ( primera mitad del III milenio a.C), la ciudad-estado se convirtió en la gran protagonista. Continuando el proceso de urbanización, comenzaron a surgir importantes núcleos urbanos —Kish, Ur, Lagash, Ummna o la propia Uruk—, adscritos a diferentes dinastías y divinidades, los cuales entraron en pugna por la hegemonía del territorio. La fortificación de los núcleos urbanos para protegerse de los ataques vecinos fue una de sus consecuencias,

En esa época, en Mesopotamia y el Próximo Oriente aparece otra modalidad de construcción religiosa: la de los templos bajos o templos a ras de suelo., que tipologicamente parte  de la tradición sumerio-acadia. Introducía como novedad el aislamiento de su recinto mediante una doble muralla de planta oval característica de este momento —por lo general los conjuntos adoptarán forma rectangular o cuadrada—, rompiendo con la disposición abierta que habían mostrado estos conjuntos hasta el momento. Esta práctica era consecuencia, probablemente, del intento de proteger al templo de las posibles amenazas derivadas del clima de inestabilidad política y de continuos enfrentamientos en el que vivían las ciudades-estado, pero también puede interpretarse como una consecuencia derivada de la ubicación del templo en un recinto urbanizado, en medio de la ciudad, lo que exigía su diferenciación con respecto al resto de las construcciones.

El templo de Kafadye, dedicado a la diosa lanna, constituye el más claro exponente de esta disposición. El templo constituía un amplio conjunto que comprendía, además de la construcción destinada al culto situada sobre una plataforma, un gran número de estancias destinadas a almacenes, cocinas, talleres, tiendas y otras dependencias administrativas. Tal diversificación de espacios no era sino un reflejo del papel que había adquirido en estos momentos el templo, convertido en una unidad económica que basaba su poder en la agricultura y la ganadería, funcionando también como un activo centro de comercio, a cuyo servicio se hallaba la ciudad entera.

Al primer recinto se accedía mediante unos escalones de piedra que conducían a una puerta en forma de arco rematada por dos grandes torres. En su interior, un gran edificio a modo de casa, albergaba probablemente las estancias administrativas. Junto a él, un gran patio daba acceso al segundo recinto amurallado. Vemos, pues, como la gran terraza sobre la que se ubicaba el Templo Blanco de época protohistórica se ha convertido aquí en un patio cerrado que antecede al templo, en el que se ubicaban unas pilas y un pozo destinadas probablemente a las abluciones rituales, así como un altar de ofrendas al pie de la escalinata por la que se ascendía a la plataforma superior, de tres metros y medio de altura, donde se hallaba el templo propiamente dicho.

En su interior este santuario incorporaba el denominado «acceso de eje quebrado», que consistía en la ubicación de la estatua del dios, dentro de la cella, en ángulo recto respecto a la puerta de entrada, recurso que había sido ya ensayado en otras construcciones (Templo de Ishtar, en Mari, Templo de El Obed). La tipología del templo de Kafadye determinó un modelo básico que sería aplicado con algunas variantes, como la doble o triple cella, la substitución del recinto ovalado por otro cuadrado o rectangular, en numerosos templos del dinástico arcaico, así como en otros construidos en períodos posteriores de la historia de Mesopotamia.


Reconstrucción templo oval de Kafadye


-Los neosumerios y el templo de cella ancha

Sobre la modalidad arquitectónica de los templos bajos se fueron incorporando novedades. En época neosumeria, por ejemplo, se incorporó otra nueva e interesante tipología: la del templo de cella ancha. Podemos estudiar su configuración a través del templo-palacio de Gimislin, o Shusin, en Tell-Asmar. Se trataba de una construcción cuadrada que continuaba la práctica de fortificar los muros al exterior mediante contrafuertes. Principales novedades:

- El acceso se realizó directamente desde la calle y no desde un patio, inaugurando una tendencia que reaparecerá en templos posteriores. Dicho acceso estaba constituido por una puerta flanqueada por dos gruesas torres con entrantes y salientes que se harían también características de este tipo de construcciones.

- Su disposición interna: todo el edificio fue organizado en un solo eje principal que se iniciaba en la puerta de acceso, cruzaba un patio central en torno al que se distribuían todas las estancias del templo, y finalizaba en el santuario propiamente dicho, de modo que desde la misma puerta del templo era posible contemplar la estatua del dios.

- La cella era más ancha que profunda, constituyendo un espacio plenamente diferenciado con el que se señalaba el lugar más sagrado del santuario. A este espacio se accedía desde el patio, que desempeñaba aquí las funciones de una antecella, en el intento de crear una separación entre la zona ocupada por los fieles y el lugar donde se situaba la estatua del dios y el altar. En torno al patio central se distribuían las diversas estancias del templo, confiriendo al conjunto una disposición regular y ordenada, nueva en este tipo de construcciones.

Junto a este templo se edificaría posteriormente un palacio que albergó a su vez un templo se similares características al descrito, si bien en este caso se incorporó una estancia a modo de antecella que precedía a la cella misma. Desde el palacio se podía acceder también a los templos, en este caso respetando la tradicional disposición en «eje acodado» de los templos sumerios.

Planta del templo de Shusin y del palacio de los gobernadores. Tell-Asmar.


1.5  Los templos bajos de Asiría y Babilonia: diversidad de plantas y modelos

La tipología de templo bajo de tradición sumerio-acadia continúa  en el Imperio Babilónico. Es éste un período caracterizado por el resurgimiento de la ciudad-estado, que de nuevo recupera ahora su independencia y su poder frente al anterior estado centralizado. El protagonismo será asumido por la ciudad de Babilonia, que vivió en estos momentos su primera edad de oro, convertida en capital y en eje artístico de un nuevo imperio que había conseguido fundar el rey Hammurabi con la reunificación territorial de Mesopotamia. Los datos que conocemos son todavía escasos, pero suficientes para saber que el templo continuó desempeñando un importante papel económico y administrativo, si bien en estos momentos su protagonismo fue desplazado por el palacio, convertido ahora en la estructura central de la ciudad y del Estado.

Buen ejemplo de templo bajo los constituye el templo de Ishtar-Kititum. Como el de Kafadye,  se ubicaba en el centro de la ciudad, y repetía unos mismos patrones de estructura y disposición, aunque en este caso sobre una planta cuadrada: elevación sobre una plataforma, doble patio rodeado de dependencias, recinto fortificado con entrantes y salientes, y puertas de acceso flanqueadas por dos torres monumentales.

La novedad más importante consistió en la combinación del eje acodado con la disposición axial, pues el acceso a los dos santuarios que tenía podía hacerse bien desde la calle, en cuyo caso la estatua del dios se hallaba en el eje axial, o mediante un ángulo recto si el acceso se realizaba a través del patio interior.
Por otra parte, los dos santuarios de que constaba el templo articularon su estructura interior de acuerdo con el modelo de cella ancha que se había iniciado ya con los acadios y que se había desarollado con la III dinastía de Ur.
La gran cantidad de dioses existentes exigió en asirios y babilonios la construcción de un gran número de templos que adoptaron en ocasiones formas diversas (zigurat, templo bajo) según la importancia del dios o su ubicación, si bien el prototipo sobre el que se trabajó fue nuevamente el de los templos sumerios, sobre cuya base los diferentes pueblos fueron introduciendo novedades, algunas de ellas bastante interesantes.

Comenzando por el Imperio Babilónico tenemos que hablar en primer lugar del Templo de Karaindash (1440 a.C.) construido durante la etapa de ocupación del pueblo cassita. Era de pequeñas proporciones y reproducía el habitual esquema de planta rectangular, con disposición de las estancias en torno a un eje axial. El rasgo más destacado del templo consistió en el modo en que fue articulado su muro exterior, construido mediante un zócalo que formaba parte de la propia estructura arquitectónica del templo, realizado a base de pilastras y nichos adornados con figuras de dioses y diosas en altorrelieve, de dos metros de altura y dispuestas alternativamente, que habían sido construidas con ladrillos moldeados, una novedad cassita que sería posteriormente aplicada a los templos neobabilónicos del I milenio a.C. El empleo de este recurso tenía una clara finalidad decorativa y religiosa.
La arquitectura casita incorporó alguna que otra novedad a través de construcciones como el Templo de la diosa Ningal, en cuyo centro se construyó una sala cuadrada cubierta por una cúpula sobre pechinas, que representa el prototipo más antiguo construido de este tipo de estructuras.

En la Babilonia del I milenio a.C. se edificaron tambien algunos otros templos bajos que reproducían la tradicional estructura de los recintos amurallados en cuyo interior se encontraba el santuario, uno o dos patios y recintos anejos. El más destacado fue el denominado Esaglia, que constaba de un santuario principal y dos patios en torno a los que se ubicaban numerosas dependencias auxiliares. Quizá lo más sobresaliente del conjunto consistía en la rica y efectista decoración de su cella, recubierta de maderas preciosas revestidas de láminas de oro y plata y de un pavimento a base de alabastro y lapislázuli.


-Arquitectura religiosa del Imperio asirio: substancialmente se mostró continuadora del modelo creado en Babilonia. Un ejemplo lo constituye el Templo de Ishtar, en Asur, La novedad principal de este templo consistió en que la estatua del dios se ubicó en una estancia prácticamente independiente, a la que se accedía a través de una escalinata, rasgo que se convertiría en elemento distintivo de los templos bajos asirlos. Lo que se intentaba, al parecer, era crear un ámbito especial para la divinidad y separarla física y simbólicamente de los fieles, dando un paso más en la evolución que se había iniciado con los primeros templos sumerios, donde la estatua del dios se ubicaba sobre un pedestal, y que había tenido su continuidad con la III dinastía de Ur, momento en el que la construcción de estatuas más grandes dio lugar a la construcción de nichos para albergarlas en el interior de los templos a los que se accedía ya a través de unas escaleras estrechas.

Los templos bajos asirnos, especialmente los del Imperio Asirlo Medio, van a mostrar una gran variedad de plantas que refleja un deseo de experimentar con la arquitectura e introducir deliberadamente novedades sobre los modelos tipológicos ya creados. Ejemplos:
- El templo de Sin y Shamas que presenta ya todas sus estancias distribuidas en torno a un eje axial, convirtiéndose en prototipo de los templos asirios posteriores, especialmente los del I milenio.
- El Templo doble de Anu y Adad, levantado en Assur entre 1115 y 1107, formado por dos zigurats gemelos de tres pisos conectadas a través de dos capillas y un amplio patio rectangular con un contorno de almenas.

2.  Los templos y santuarios de las áreas periféricas

2.1  Los templos hititas

El pueblo hitita, hizo su aparición en la Península de Anatolia durante el segundo milenio a.C., ocupando el denominado «país de Hatti», y viviendo su primer momento de esplendor hacia los años centrales del mismo, cuando se consigue unificar el país bajo una fuerte monarquía e iniciar un proceso de expansión. Es entonces cuando se constituye el Imperio Hitita, convertido en gran potencia dominadora de todo el Próximo Oriente y del Mediterráneo, con el que mantuvo una intensa actividad de intercambios políticos y comerciales hasta la invasión de los pueblos del mar en torno al 1200 a.C., momento en el que se inicia la decadencia consecuencia de las luchas y conflictos por las que atraviesa el Mediterráneo Oriental, así como por la propia crisis interna que vivían sus estructuras políticas. Algunas ciudades del sur consiguieron, no obstante, sobrevivir a estos conflictos, constituyendo lo que se ha dado en llamar período neohitita (1200-700 a.C.), aunque su denominación más ajustada es la de periodo de los principados «luvio-arameos».

La arquitectura hitita desempeñó un papel destacado por sus aportaciones, incorporando nuevas técnicas de construcción y un uso también novedoso de materiales como la piedra, la madera y el adobe. La construcción de bóvedas de piedra, de arcos parabólicos o de pilares en los sistemas defensivos de las ciudades, la integración de la arquitectura y la naturaleza, el empleo de los llamados ortostatos —grandes bloques de piedra con relieves tallados de animales fantásticos que flanqueaban las entradas de los principales edificios—, así como las novedades introducidas en las tipologías de templos y palacios, constituyen algunas de sus principales aportaciones arquitectónicas, todas ellas con representación en las construcciones de Hattusa, la capital del Imperio Hitita.
Palacio real de Büyükkale en Hattusa
Los templos y palacios de época imperial son edificios grandiosos, construidos sobre un zócalo elevado de grandes bloques de piedra de sillar sobre el que se erigían unos muros realizados a base de adobe y de un entramado de vigas de madera, que seguían por lo general un trazado asimétrico en la disposición de sus plantas.

Por lo que respecta a los templos, la arquitectura hitita creó un tipo especial, diferente al mesopotámico, cuyas características eran las siguientes:
- planta más o menos cuadrada compuesta por numerosas estancias
- patio principal con la cella abierta en uno de sus lados, sin respetar el eje de simetría
- accesos abiertos en cualquiera de las fachadas.

Siguiendo este modelo básico fueron construidos los cinco templos hallados en la ciudad de Hattusa, de entre los cuales destaca el Templo I,. El conjunto estaba compuesto por un anillo de largas habitaciones dispuestas en batería y dedicadas a archivos y almacenes que formaban una especie de muralla, en cuyo centro se situaba el santuario propiamente dicho, aislado de las construcciones mencionadas mediante una especie de pasillo enlosado que le rodeaba. Al templo se entraba por una puerta monumental de grandes bloques de piedra que daba acceso a tres vestíbulos, desde donde se llegaba a un patio central rodeado de estancias, al final del cual existía un pórtico que daba entrada al sancta sanctorum, compuesto por varias cámaras o cellae dedicadas a los dioses.

Práctica frecuente y característica de la arquitectura hitita será abrir en el muro ventanas al exterior, al contrario de la arquitectura mesopotámica donde era habitual que las estancias recibiesen la luz principal a través del patio central.

Funciones de las diversas partes de este gran conjunto: los templos desempeñaban en la cultura hitita una función que iba más allá de lo meramente religioso, lo que explicaría la ubicación de los almacenes y talleres que rodeaban al santuario propiamente dicho, cuyas estancias parecen estar más vinculadas que las demás con lo puramente ceremonial.

Junto al Templo I, en la parte sur de la ciudad de Hattusa se edificaron otros cuatro conjuntos religiosos bastante parecidos entre sí: la diferencia consistía en que, en estos casos, los templos no disponían de almacenes ni de talleres. Además, en estos conjuntos la planta aumentaba su asimetría y complejidad, compuesta ahora por un gran número de estancias con entrantes y salientes cuya disposición resultaba un tanto caótica. Sin embargo, la disposición general del conjunto mantuvo el respeto por algunos rasgos comunes, como la ubicación de la cella en uno de los extremos del patio, la apertura en el mismo de pórticos desde los que se accedía a las diversas estancias, convirtiéndole casi en un claustro, y la ubicación en dichas estancias de ventanas abiertas al exterior.

En las afueras de la ciudad de Hattusa se construyó también en época imperial hitita (siglo XIII a.C.) un santuario que poseía algunas peculiaridades que merece la pena destacar. Se trataba de un santuario rupestre, el santuario de Yazilikaya,  adosado a una montaña, en cuyo interior se ubicaban algunas de sus estancias, concretamente las cellae de los dioses.

El santuario resulta interesante por la integración que se produjo en este caso entre arquitectura y naturaleza. Dicha integración formaba parte de los hábitos constructivos del pueblo hitita, pero en este caso adquiría un significado especial, puesto que la elección de un lugar montañoso y rocoso para la construcción de un santuario estaba directamente relacionado con el significado mágico y religioso con el que la mentalidad hitita relacionaba a estos espacios naturales.

Como también hicieran en otras construcciones, en el santuario de Yazilikaya los arquitectos hititas consiguieron aprovechar las características del terreno para ubicar una construcción que se adaptaba perfectamente a sus condiciones. Al templo se accedía a través de un propileo con unas escaleras que desembocaban en un patio rodeado de estancias, en cuyo frente se ubicaba el sancta sanctorum, aunque en este caso el pórtico habitual en este tipo de construcciones se situó en otro de sus lados, que daba acceso a un sistema de galerías, excavadas ya en la roca.
Ambas galerías reforzaron el carácter simbólico que ya de por sí tenían las rocas y las montañas para este pueblo con la realización sobre las mismas de un destacado conjunto de relieves en los que se representaron procesiones de dioses y reyes, traduciendo en imágenes su pensamiento religioso y dando lugar a una particular fusión entre arquitectura y escultura que se convertirá en uno de los rasgos más destacados del arte hitita.

2.2  Los templos sirios y fenicios

La franja de terreno que discurre a orillas del Mediterráneo oriental, entre las actuales Siria y Jordania, constituye otra de las llamadas «áreas periféricas» desde las que se hicieron relevantes aportaciones al arte del Próximo Oriente Antiguo. Si bien no gozaron de una unidad geográfica y una continuidad histórica similar a la de las grandes culturas de este ámbito, si consiguieron desarrollar su propia personalidad artística, con claras influencias mesopotámicas, egeas y egipcias, a partir de las cuales realizaron interesantes aportaciones en el terreno artístico, incluido el de las tipologías arquitectónicas. Su importancia residirá, en gran medida, en el valor que adquirieron como instrumento de difusión y enlace entre la cultura y el arte del Próximo Oriente y el del Mediterráneo en la Antigüedad.

Por lo que se refiere a la arquitectura siria, la arqueología ha puesto de manifiesto la importancia que tuvo durante el III milenio a.C. la ciudad de Ebla.
En ella debemos destacar el  Templo (catalogado como D) dedicado a la diosa Ishtar. Se trataba de una construcción sencilla, de planta rectangular edificada con gruesos muros de adobe sobre un zócalo de piedra, en cuyo interior las estancias se distribuían en torno a un eje longitudinal, contando únicamente con una antecella y una cella en la que se ubicaba el nicho para la estatua del dios.
El acceso al templo se realizaba mediante un pórtico «in antis», es decir, con dos columnas adosadas a los muros de la entrada principal, siguiendo una estructura que gozaría de gran aceptación en los templos fenicios y hebreos del I milenio a.C.





Reconstrucción hipotética del templo de Baal. Ugarit.



El pórtico «in antis» se convirtió en una estructura fija de los templos sirios, también aplicada a otra tipología del II milenio a.C., la de los templos en forma de torre de varios pisos; en todos ellos el acceso se realizaba a través de pórticos «in antis» desde los que se llegaba a una pequeña cámara a partir de la cual se ascendía a la torre, siguiendo una disposición que, al parecer, tenía una justificación religiosa basada en la costumbre ya documentada en la Siria del III milenio a.C. de celebrar ceremonias sobre una terraza o superficie elevada.


Por lo que se refiere a los fenicios, la disposición del acceso a los templos a través de pórticos «in antis», también fue frecuente. Sabemos que la arquitectura religiosa fenicia alcanzó un gran desarrollo, si bien no ha llegado hasta nosotros ningún templo debidamente conservado. Refiriéndose a uno de los templos construidos en la ciudad fenicia de Tiro, Heródoto hablaba de las dos resplandecientes columnas de oro y esmeralda que flanqueaban su entrada, haciendo con ello alusión a esa disposición de pórtico «in antis» al que nos venimos refiriendo, el cual aparece también reproducido en algunas monedas con representación de templos de la ciudad de Biblos.
Asimismo, un modelo en terracota de la isla de Chipre nos da una idea de lo que debía ser la estructura básica, simplificada además en este modelo, de un templo fenicio, constituido por una cella a la que daba acceso una puerta flanqueada por dos columnas con decoración vegetal. Sobre dicha estructura, los estudios arqueológicos han revelado la construcción de templos con mayor complejidad, formados frecuentemente por una estructura longitudinal, similar a la de los templos sirios, en torno a la cual se disponían una cella, una antecella, y algún patio.

2.3  Los hebreos y el Templo de Salomón

El templo de Salomón fue construido en el siglo X a.C. por los hebreos, un pueblo que había ido instalándose durante un amplio período de tiempo en el llamado «país de Canaán» que ocupaba los territorios de Fenicia y Palestina. Vivió sus momentos de máximo esplendor en el siglo X a.C. con reyes como David, Saúl y Salomón, hasta que la falta de unidad entre las diferentes tribus acabó por provocar una ruptura política que daría lugar a la formación de dos nuevos reinos: Israel, al norte y Judá, al Sur.

Jerusalén se convirtió con David en el centro político y religioso de Israel. Salomón en el 950 a.C mandó erigir el Gran Templo de Jerusalen que se convirtió en símbolo de la civilización hebrea y de sus creencias religiosas, así como en la obra más destacada de su arquitectura. El proceso de construcción del templo, así como su significado, se encuentra descrito en la Biblia, de donde proceden la mayoría de los datos con que contamos para su reconstrucción.

De ella podemos deducir que el templo seguía en lo substancial la tipología de los templos sirios y fenicios. Así, parece ser que constaba de una estructura rectangular dividida en tres partes: el vestíbulo en el que se hallaba el llamado «mar de bronce» (un gran pilón lleno de agua destinada a las abluciones rituales), la sala de culto con diversos altares para sacrificios, y el sancta-sanctorum en el que se guardaba el Arca de la Alianza y al que solo tenía acceso el sumo sacerdote.
Además, el templo contaba con una entrada flanqueada por dos columnas, muy parecida a la de los templos fenicios, y con algunas otras estancias secundarias.

Aunque todavía hoy día resulta un tema controvertido, parece ser que los arquitectos que participaron en la construcción del templo fueron en su mayoría hebreos, si bien algunos autores atribuyen la ejecución del proyecto y la realización de la obra a artistas fenicios que Irma de Tiro, suegro de Salomón, puso a disposición de éste para llevar a cabo una obra que pretendía ser un símbolo de su poder y riqueza.

LA ARQUITECTURA PALACIAL.

Esquema-resumen:


1. Los palacios de Mesopotamia
La cultura sumerio-acadia y su arquitectura palacial
El palacio de Mari
Las ciudades-residencia de los grandes imperios del I milenio a.C. en Mesopotamia: los palacios de Asiría y Babilonia
2. Las áreas periféricas
Los palacios sirios e hititas: el bithilani
Los palacios de la Persia Aqueménida: Pasagarda y Persépolis

1.  Los palacios de Mesopotamia

1.1  La cultura sumerio-acadia y su arquitectura palacial

Junto al templo, el palacio constituye el más importante ejemplo de arquitectura monumental del Próximo Oriente Antiguo. La primera estructura palacial mesopotámica posiblemente sea una compleja construcción de época protohistórica, fechada en torno al 3000 a.C., que corresponde a un edificio realizado en adobe, con numerosas estancias distribuidas en torno a patios, agrupadas en un recinto muy cerrado que se articulaba al exterior mediante torres.

Será en el período protodinástico sumerio cuando tengamos confirmación de la aparición de los primeros palacios, coincidiendo con el momento en que las diferentes dinastías reales comienzan a identificarse con las numerosas ciudades del sur de Mesopotamia, dando paso a una nueva organización estatal en la que el palacio comienza a adquirir un importante papel, entrando en competencia con el templo y llegando a convertirse en el principal centro del poder.

Características generales:
- tendencia al encastillamiento, estando en la mayoría de los casos rodeados de murallas.
- gran complejidad estructural, determinada por los numerosos usos y funciones dados a sus espacios:
- residencia del monarca, que implica la inclusión de una zona residencial de habitación
- lugar de representación política que debía contar con espacios oficiales adecuados,  destacando la Sala de Audiencias y el Salón del Trono.
- además, se configuró como un centro económico y de administración; con frecuencia incluyó un ámbito dedicado al almacenaje de mercancías, a talleres y a archivos.
- en ocasiones los conjuntos reales albergaron lugares de culto que se organizaban como verdaderos templos.

En las diferentes tipologías de palacios construidos en Mesopotamia, siempre encontraremos como rasgo común su distribución funcional en torno a patios, que servían para organizar el espacio e iluminar las estancias. La tendencia que se irá desarrollando con el tiempo será la de incrementar el número de sectores existentes en el palacio y, como consecuencia, también del número de patios, reflejo de la creciente diversificación de sus espacios.

El primer palacio reconocido de época protodinástica es el Palacio de Mesilim o Palacio A de Kish. La estructura de este palacio estaba formada por dos conjuntos yuxtapuestos en los que se aprecia ya una diversificación de funciones.
Al parecer el conjunto situado más al norte estaba destinado a uso cortesano y de representación, mientras que el otro, de mayor tamaño, se utilizó para funciones administrativas.

Por lo demás, el interior de ambas construcciones poseía un gran número de estancias sin orden aparente, estando ambas circundadas por un recinto amurallado que les otorgaba un aspecto fortificado, característica de buena parte de las estructuras palaciales mesopotámicas.

Con la llegada de los acadios y la fundación por parte de Sargón de Acad de un Imperio, se pone fin al sistema de ciudades-estado y dando lugar a la creación de un estado centralizado bajo el poder de una poderosísima Monarquía que puso el arte a su disposición, empleándolo como instrumento de propaganda política y, más concretamente, de exaltación de la figura del rey. El palacio de Naram-Sin, en Tell Brak (Siria), constituye por el momento el único elemento con que contamos para conocer la forma que los acadios dieron a los palacios.

Estructura arquitectónica de planta cuadrada cuyo interior estaba distribuido de forma ordenada con estancias rectangulares de dimensiones similares y disposición regular, empleadas al parecer como depósitos de mercancías, a las que un patio principal y otros secundarios servían como elemento distribuidor. Podemos deducir la existencia de un proyecto de planificación del conjunto previo a su construcción
Al exterior el edificio tenía un potente muro de cierre de 10 metros de espesor en el que se abría una única puerta de acceso flanqueada por torres.

La tipología de este palacio fue posteriormente repetida en el Palacio viejo de Assur, donde se construyó hacia el 1813-1781 un edificio considerado como obra acadia, que repite las proporciones y planimetría del palacio de Naram-Sin. Con una estructura también similar se construiría en Ur, ya en época neosumeria, el Ekhursag, un palacio cuya principal característica era su división en dos grandes sectores, uno público con grandes salas y otro privado.

El palacio neosumerio de Shusin en Ur es singular por constituir un palacio-templo, formando unidad arquitectónica con el templo de Shusin, reflejo de la vinculación existente en estos momentos entre lo religioso y lo político, aunque la construcción del palacio fue posterior a la del templo. Desde el punto de vista estructural, este palacio constaba de tres unidades destinadas a diferentes funciones: religiosa, representativa y administrativa.

- la más oriental estaba dedicada al culto privado del palacio: era una especie de capilla a la que se tenía acceso desde el interior de la residencia palacial y también desde la calle; la cella iba precedida también de una antecella.
- el acceso a las restantes unidades se hacía por una puerta que desembocaba en dos largos corredores de necesario recorrido para llegar al patio principal.
- el patio principal organizaba el resto del conjunto palacial:
- un área de residencia privada al norte, situada seguramente en un primer piso al que se accedía por unas escaleras
- un área «política», compuesta por estancias de representación y administración que cobrarán ahora una gran importancia, con una sala alargada que desempeñaba las funciones de salón del trono y un gran vestíbulo rodeado de dependencias de uso administrativo.

1.2  El palacio de Mari

Sobre las pautas constructivas de la cultura sumerio-acadia, el templo evolucionó hacia un aumento de su complejidad estructural hasta convertirse en verdaderos recintos urbanos autónomos dentro de las ciudades mesopotámicas más importantes.

Comenzaba así la época de las «ciudades-palacio», que inauguró la construcción del Palacio de Mari.  Su relevancia reside en la grandiosidad de su conjunto y en el lujo y riqueza de su decoración, anunciando además algunos de los principales rasgos de los más grandes conjuntos políticos y residenciales de los grandes imperios de Asiría, Babilonia y Persia, realizados durante el II y el I milenio. Este palacio contó con diversas fases constructivas desde el final del periodo neosumerio y las primeras dinastías babilónicas a comienzos del II milenio a.C., alcanzando su máximo apogeo con Zimrilin (1782-1759), antes de la llegada de Hammurabi y la fundación del Primer Imperio Babilónico.

-Algunas características/comentarios:
- El palacio de Mari estaba fortificado, con murallas menos que variaban su espesor según los sectores, abriéndose una única puerta en todo el recinto flanqueada por torres defensivas.
- Gran abundancia de patios (12) cuyo función era, principalmente, la de servir de elemento distribuidor de estancias. Dos eran los patios principales:
- el primero, muy amplio y de forma rectangular, desempeñaba un papel eminentemente distribuidor
- el segundo, denominado «patio de las palmeras» y ubicado prácticamente en el centro del palacio, era de planta cuadrada y estaba revestido de yeso y adornado con frescos, desarrollándose en torno a él la zona oficial de representación a la que servía de vestíbulo.  El espacio del patio adquiere autonomía propia: ya no es únicamente un elemento distribuidor, sino un espacio con funciones precisas al que se dedica un interés arquitectónico y decorativo especial.
- Sabemos que el palacio de Mari constaba de dos plantas, la primera dedicada a funciones oficiales y la segunda a residencia del monarca y del personal del palacio, así como a administración.

Con estos rasgos el conjunto ponía de manifiesto en lo que se había convertido realmente un palacio: lugar de residencia del monarca, sede del poder político, y finalmente centro económico y de administración. Era prácticamente una ciudad autónoma dentro de otra ciudad, cuya estructura y decoración, realizada mediante pinturas al fresco que representaban escenas de dioses y reyes, ha sido muchas veces comparada con la de los palacios cretenses.

1.3  Las ciudades-residencia de los grandes imperios del I milenio a.C. en Mesopotamia: los palacios de Asiría y Babilonia

La monarquía fue afirmando su papel en Mesopotamia a lo largo de la historia, incrementando un poder que tendría su reflejo artístico en la construcción de los grandes conjuntos palaciales del I milenio a.C., instrumento perfecto para demostrar su poder absoluto y el prestigio político de la monarquía.

i)  Asiria

Partiendo de las bases culturales y artísticas del pueblo acadio, a los que tomaron como referente político y cultural, los asirios comenzaron a configurar un arte con personalidad propia que tuvo como referente común en todas las modalidades artísticas la exaltación de la figura del soberano. El control absoluto del imperio asirio se hallaba en manos del rey, elegido por los dioses; la imagen del soberano mostrando su poder absoluto ante los dioses y los hombres caracterizó la más relevante manifestación del arte asirio, el relieve, intentando transmitir un mensaje ideológico que veremos idénticamente expresado en la construcción de los imponentes conjuntos palaciales.

Kalakh había sido convertida en capital del Imperio asirio por uno de sus grandes reyes, Asurnasirpal II, quien decidió someter a la ciudad a un completo plan de remodelación urbanística que incluía la construcción de la residencia palaciega, el llamado Palacio del Noroeste. Este palacio asirio estaba formado, como los palacios acadios o como el mismo Palacio de Mari, por dos grandes patios conectados entre sí y rodeados de estancias, quedando acentuada en este caso la división entre la zona pública (babanu), y la zona residencial o privada al sur (bitanu). Ambas quedaban separadas por dos grandes estancias de representación, entre ellas el salón del trono, siguiendo una disposición similar a la ya estudiada en el Palacio de Mari.

Uno de los rasgos peculiares de este palacio consistió en la decoración escultórica de sus principales estancias a base de ortostatos. Estos relieves reproducían escenas de guerra y caza donde el rey era el protagonista, sustituyendo a los dioses en el papel de garantes del orden universal: con estas representaciones el palacio substituía por primera vez al templo, como lugar elegido para las celebraciones y el rendimiento de cuentas por parte de los reyes ante los dioses. Además incluía en los accesos a sus principales estancias gigantescas figuras de animales fantásticos tallados en piedra, procedentes en esta ocasión de la tradición hitita, con una finalidad simbólica.

También en Kalakh se edificaron otros conjuntos palaciales, con un patio central que seguía conservando su función arquitectónica principal como elemento distribuidor. Destaca el construido por Tiglat-pileser III (744-727): incorpora por primera vez una estancia formada por un pórtico con columnas y piso superior, siguiendo una fórmula arquitectónica, la del bithilani, que tenía su origen en la arquitectura sirio-hitita del II milenio a.C.
La expresión arquitectónica del palacio como poder absoluto del soberano tuvo su mejor expresión en la ciudad de Dur Sarrukín (Jorsabad). Adoptó la forma de un gran recinto fortificado de dos kilómetros de lado, con siete puertas de acceso, en cuyo interior se dispuso una ciudadela elevada y también amurallada, que englobaba los edificios monumentales de más alta representación política y religiosa: el palacio del rey, su residencia y la de la corte, otros palacios menores dedicados a diferentes usos, los templos y el zigurat.

El palacio real se alzaba rodeada de su propia muralla sobre dos terrazas de 18 metros de altura, a las que se accedía a través de una puerta monumental que paso al gran patio regulador de todo el conjunto arquitectónico,  y que se componía de
- un sector oficial, en el que de nuevo destacaba el salón del trono, presidido por toros androcéfalos
- un área privada de carácter residencial, destinada al monarca, con estancias distribuidas en torno a otro gran patio.
- una tercera área, esta vez religiosa, en la que se construyó un zigurat y cuatro templos bajos.

El palacio cobraba sentido inscrito en el complejo de la ciudadela, en la que existía también un área religiosa, con el Templo de Nabu, directamente conectado con el palacio a través de una pasarela y un sector de viviendas destinadas a los dignatarios de la corte. Se creaba así un eje ceremonial, religioso y cortesano, que imponía su presencia a la ciudad a través de la plataforma sobre la que se elevaba y de la muralla que le separaba del conjunto urbano, queriendo ser la máxima expresión del poder absoluto del soberano.

ii)  Babilonia

Frente al orden mostrado en su disposición por los palacios asirios del I milenio a.C., los autores reconocen la existencia de una cierta improvisación en la disposición estructural de los palacios babilónicos. Los ejemplos más importantes conservados pertenecen a la ciudad de Babilonia, que alcanzó su etapa de mayor esplendor con Nabucodonosor II (604-562.

El palacio de Nabucodonosor  sabemos que presentaba variaciones con respecto a la tipología de palacio vista hasta el momento: tenía planta trapezoidal y se organizaba en torno a cinco patios separados por puertas y corredores, formando un laberinto de pequeñas células como si se tratase de una agrupación de diversas casas, cada una de ellas con su correspondiente patio; además, contaba con un salón del trono que pudo estar abovedado y que ubicaba el trono en el lado mayor de la estancia (a diferencia de los asirios). La decoración de la cámara era con una amable combinación de ladrillos vidriados azules con decoración de columnas con capiteles vegetales en blanco, amarillo y azul, que ponían de manifiesto los contactos mantenidos con el mundo artístico griego.

Formando parte de la estructura del palacio se hallaban los jardines colgantes que fueron considerados como una de las siete maravillas del mundo. Su estructura arquitectónica resulta muy interesante, por constituir un verdadero alarde de ingeniería y arquitectura, que se haría también presente en otras construcciones neobabilónicas, como la del puente sobre el Eufrates o la de la misma muralla de Babilonia.
Estaban construidos sobre unos escalones ascendentes hechos con piedra impermeabilizada con betún. Según la descripción de Estrabón, la estructura de estos jardines estaba realizada a base de pilares, arcos y bóvedas de ladrillo cocido y mortero asfáltico, lo que ha hecho pensar en una posible reconstrucción helenística de los jardines colgantes por la complejidad técnica de esta obra.

2.  Las áreas periféricas

2.1  Los palacios sirios e hititas: el bithilani

En relación a los palacios de las denominadas «áreas periféricas» señalar que existieron importantes diferencias entre su tipología y la de los palacios mesopotámicos, cuestión que se ha venido explicando en función del diferente papel que desempeñó en estas zonas la Monarquía desde el punto de vista político y social.

El Palacio real G de Ebla (2400-2250 a.C),  fue realizado con gruesos muros de adobe sobre cimientos de piedra. La primera novedad consistía en su acceso, que se realizaba a través de un pórtico con cuatro columnas; a este espacio se abría una gran escalera desde la que se daba paso a las diferentes estancias superiores del palacio y además desde este mismo pórtico de entrada se podía acceder a un gran patio, llamado «patio de las audiencias» configurado como si fuese la plaza porticada de una ciudad en vez de la  función eminentemente distribuidora en los asirios. Junto a la disposición asimétrica de las diversas estancias del conjunto y su sentido abierto, ponen de manifiesto que estamos ante una concepción arquitectónica adaptada a una sociedad más abierta, cuyo monarca detentaba un poder más moderado y vinculado a funciones comerciales.

Pero la gran aportación siria a la tipología palacial fue el bithilani, fórmula arquitectónica consistente en un pórtico columnado, a veces con basas en forma de escultura, que era seguido de una larga sala de recepción paralela a la fachada del palacio, a partir de la cual se ubicaban diversas estancias dedicadas normalmente a un uso residencial, existiendo en uno de los laterales del pórtico de acceso una escalera que conducía al piso superior.


El palacio de Yarimlin tenía una disposición original: parecía una vivienda ampliada con estancias agrupadas en torno a un patio rectangular central que dividía claramente al conjunto en dos sectores, uno dedicado a las funciones políticas de la monarquía, y otro doméstico.
A su vez, en el sector norte de este palacio se dispuso una sala que prefigura el bithilani de los palacios del I milenio, a la que se accedía
por un gran pórtico sostenido por cuatro pilares de madera, seguida de otra sala con una columna en el centro.
Por primera vez vamos a encontrar en este palacio estancias adornadas con ortostatos de basalto al estilo de las de la arquitectura palacial asiría del I milenio, y presentes también con posterioridad en edificios oficiales hititas y persas.

La importancia de este palacio residió, en el hecho de que tanto algunos rasgos de su disposición, por ejemplo la ubicación de las estancias más destacadas de la zona residencial en la primera planta, como su decoración, realizada a base de pinturas murales de colores que representaban temas animalísticos y vegetales, revelaban los contactos mantenidos entre la cultura siria del II milenio y la minoica.

En el palacio de Niqmepa, la sala de audiencias estaba muy compartimentada y se dividía en otras seis salas más pequeñas. Pero además contaba con una sala precedida de escalinata con dos columnas centrales, una sala a sus espaldas con columna en el centro y una escalera lateral, que se ha considerado también un eslabón en la evolución hacia la configuración del bithilani.
Por lo demás, el palacio mostraba en su estructura una disposición asimétrica y abierta que fue muy característica de los palacios sirios del II milenio. Su tendencia fue recogida por los arquitectos que construyeron los grandes conjuntos palaciales de Ugarit.


Con los dos palacios descritos quedó configurada la estructura del bithilani, cuyos rasgos básicos aparecen también en la arquitectura hitita imperial de mediados del II milenio a.C., quedando consagrado en los palacios del norte de Siria durante el I milenio a.C., tal y como podemos observar en el Bithilani de Kapara.

Tras la caída del Imperio Hitita a finales del II milenio a.C., surgen en el norte de Siria los denominados «reinos luvio-arameos». En sus palacios el bithilani adquirió su plena configuración, siendo frecuente el empleo de columnas en las que arquitectura y escultura se fundían dando lugar a soportes con formas escultóricas que reproducían figuras humanas y animales, a las que podemos considerar como precedente de las cariátides y atlantes de la arquitectura griega.

Analizando la estructura de sus palacios podemos decir que la arquitectura palacial hitita desarrolló un estilo propio compuesto por diversos edificios independientes entre los que se abren plazas empleadas como lugar de reunión. Una de las mejores representaciones está en el palacio-ciudadela de Büyükale, construido en el II milenio a.C., durante los primeros tiempos del Estado Hitita.

2.2  Los palacios de la Persia Aqueménida: Pasagarda y Persépolis

El estado persa aqueménida tuvo su origen en el siglo VII a.C. Hasta entonces los persas habían constituido junto con los medos un pueblo nómada que se había instalado en el II milenio a.C. al este de Mesopotamia, formando en el milenio siguiente dos reinos independientes: el de los medos al norte y el de los persas al sur. A partir del siglo VII se sucedieron importantes hechos: en principio los medos destruyeron Asiría; ochenta años después los persas se hicieron con el Imperio Babilónico y posteriormente ambos reinos —el de medos y persas— quedaron unificados bajo la figura de Ciro, un monarca aqueménida con el que se inició una etapa expansiva que alcanzaría su momento de mayor esplendor entre finales del siglo VI y principios del siglo V a.C. El Imperio Persa consiguió entonces dominar buena parte de Mesopotamia y extender sus límites hasta Egipto y la costa jonia de Asia Menor, compartiendo entonces protagonismo con el otro ámbito cultural y artístico desde el que se estaban haciendo en estos momentos importantes aportaciones a la historia de la Antigüedad: el del mundo griego.

El arte persa va a ser un arte de corte imperial, puesto al servicio del rey, que tiene en los palacios y en las tumbas su mejor representación; su arquitectura constituye un  ejemplo de cómo supieron llegar a soluciones originales a partir de las influencias mesopotámicas, egipcias y griegas, dando forma a dos nuevas tipologías de construcción palacial absolutamente diferentes: los palacios de Pasagarda y de Persépolis..

El palacio de Ciro el Grande en Pasagarda ocupaba una explanada sobre la que se construyeron diferentes pabellones independientes rodeados de un muro de cuatro metros de espesor, que constituyen la reproducción en piedra de las tiendas de los jefes nómadas. El edificio más singular del conjunto era la sala de audiencias o apadana: se trataba de un gran pabellón de planta rectangular con pórticos abiertos en sus cuatro lados, compuestos por dos hileras de columnas, que comunicaban con la sala interior, también con doble hileras de columnas y a mayor altura que los pórticos. La originalidad de este palacio consistió en:

- la estructura que acabamos de describir
- algunos de los detalles decorativos que acompañaron a su estructura arquitectónica, donde se recogían parte de los elementos asirlos y egipcios, entre ellos los toros alados androcéfalos (lamasus) que presidieron el acceso a las principales estancias.
- aparece por primera vez un tipo de columna con una basa estriada de inspiración griega jónica y un capitel, denominado «tauromorfo», al que daban forma dos figuras de toros enfrentados de clara inspiración mesopotámica, que apoyaban directamente sobre las vigas de la cubierta.


El Palacio de Persépolis fue construido sobre una terraza natural siguiendo la práctica asiría, pero en este caso los edificios no aparecen dispersos como en el caso de Pasagarda, sino aglutinados en un amplio conjunto protegido por un muro de cierre, al que se accedía a través de un pórtico monumental protegido por figuras de lamasu de tradición asiría.

Persépolis, como  en Pasagarda, incluye amplias estancias de planta cuadrada de entre las cuales podemos destacar especialmente dos pertenecientes a la parte pública del palacio: la sala de audiencias y el salón del trono.
- La sala de audiencias era una apadana o sala hipóstila muy parecida a la de Ciro, con tres pórticos y unas imponentes dimensiones que podían dar cobijo a diez mil personas.
- El salón del trono o "sala de las cien columnas», era un espacio también hipóstilo, esta vez de planta cuadrada como el resto de los espacios de este palacio y precedida de un gran pórtico columnado.
A las espaldas de estas construcciones se desarrollaba la parte privada y administrativa del palacio, con las residencias de los soberanos y el tesoro, que servía de almacén, arsenal y archivo.

Pero sin duda alguna la proliferación de columnas y la forma que éstas adquirieron fue su rasgo más destacado: en este caso los fustes no serán lisos como en Pasagarda, sino acanalados como los Jonios (tener en cuenta que Dario, tras el regreso de la guerra del Egeo, llevó a Persia a un gran número de artesanos griegos).
Por su parte, el capitel tendrá una pieza superior compuesta por dos medios cuerpos unidos de animales, generalmente toros, hombres-toro o dragones, que podían apoyar directamente sobre el fuste o tener unas piezas con volutas.


Todos estos rasgos ponen de manifiesto cómo los persas captaron los influjos de los pueblos que les rodeaban, imponiéndoles su sello personal para crear un nuevo estilo arquitectónico.

TUMBAS Y RECINTOS FUNERARIOS

Esquema-resumen:
1. Arquitectura funeraria en Mesopotamia
Las tumbas del III milenio: las tumbas de fosa y los hipogeos del cementerio Real de Ur
2. Tipologías funerarias en las áreas periféricas
Los hipogeos de las necrópolis reales sirias y fenicias
Los frigios: la tumba del rey Midas
Las tumbas reales persas: Mausoleos e hipogeos

La arquitectura funeraria no fue un rasgo distintivo de las culturas próximo orientales, a diferencia de Egipto. Los pueblos de Mesopotamia y sus regiones limítrofes no confirieron tanta importancia como los egipcios a la creencia en el Más Allá, en la vida de ultratumba. Para ellos el destino previsto para los muertos consistía en una especie de existencia, nada prometedora, en el mundo de las sombras, en la «tierra sin retorno» lo que determinará la realización de ciertos ritos funerarios y la construcción de tumbas, aunque éstas no serán objeto de gran atención artística.

Las tumbas de foso y los hipogeos en sus diferentes modalidades fueron las tipologías funerarias más empleadas para la inhumación de los cadáveres. Las primeras solían consistir en fosas rectangulares, dobles o sencillas, con paredes de piedra excavadas en el subsuelo a poca profundidad y cubiertas por una especie de tapa de troncos o piedra, dependiendo de la zona en la que fuesen realizadas. Se han hallado algunas tumbas que siguen este modelo en ciudades hititas del III milenio a.C.

1.  Arquitectura funeraria en Mesopotamia

1.1  Las tumbas del III milenio: las tumbas de fosa y los hipogeos del cementerio Real de Ur

Después de las tumbas de simple fosa, las de la I dinastía de Ur datadas en el III milenio a.C. representan el primer ejemplo de arquitectura funeraria de cierta envergadura; se han hallado en este cementerio un total de 1850 tumbas, 16 de ellas pertenecientes a la realeza y las restantes al pueblo. Ponen de manifiesto el hecho de que ya por aquellas fechas existía una firme creencia en la vida de ultratumba, dato que ha sido deducido de la riqueza y características de los ajuares funerarios que acompañaban a los difuntos.

La tipología de estas tumbas consistía en una fosa excavada a 10 metros de profundidad, con unas dimensiones de 10 por 5 metros, a la que se accedía por una rampa en forma de corredor. En el suelo estaba la tumba propiamente dicha, que podía tener una o varias cámaras y que se cubría con falsa bóveda de piedra o ladrillo. El personaje principal ocupaba el espacio de la tumba, mientras que el resto de los cadáveres se ubicaban en el corredor y en el foso.

Siguiendo esta tipología se construyó en época neosumeria el Mausoleo de los reyes de la III dinastía, que formaban parte del conjunto arquitectónico presidido por el gran zigurat de Ur. Se trataba de hipogeos con las cámaras sepulcrales excavadas en el subsuelo y cubiertas con bóvedas de ladrillo; sobre ellas se situaron capillas funerarias con instalaciones diversas que no se han llegado a explicar del todo. Conviene destacar, además, que las cámaras reproducían sustancialmente la estructura de las casas de la época.

2.  Tipologías funerarias en las áreas periféricas

2.1  Los hipogeos de las necrópolis reales sirias y fenicias

Los enterramientos en forma de hipogeo fueron los más empleados en las llamadas áreas periféricas. Tenemos una muestra en la necrópolis real de la ciudad siria de Ebla, datada a comienzos del II milenio a.C, de la que se han excavado tres hipogeos. Al parecer formaban parte de un conjunto arquitectónico compuesto por un palacio y dos santuarios, estando excavados en la roca y bajo los edificios. Así por ejemplo, la «Tumba de la Princesa» tenía su acceso en el centro de un patio del palacio, y su estructura se componía de un corredor que conducía directamente al hipogeo; en origen parece ser que esta tumba se comunicaba con otras dos, la del «Señor de las Cabras» y la «Tumba de las Cisternas», de estructura más compleja. La primera estaba dividida en tres espacios, uno de ellos semicircular.

La costumbre de ubicar las tumbas en el subsuelo de las construcciones se repetirá en uno de los palacios construidos en el II milenio a.C. en la ciudad de Ugarit, donde se han descubierto tres cámaras funerarias abovedadas dedicadas a necrópolis real, siguiendo una práctica que podemos relacionar con la de las «casas-tumba» en Mesopotamia.

Las necrópolis fenicias se ubicaban normalmente en las afueras de la ciudad, utilizando también la práctica de construcción de hipogeos. Podemos destacar la de la ciudad de Marato, fechadas a mediados del I milenio a.C., donde se han conservado monumentos sepulcrales en los que se producía una mezcla entre el hipogeo y el mausoleo. La tipología se basaba en una tumba-pozo, formada por tres habitaciones, a la que se accedía por una escalera abierta en las proximidades. Sobre ella se construía el mausoleo, que consistía en un pedestal circular, adornado con figuras de toro, un cuerpo cilíndrico en forma de torre y, como remate de toda la estructura, una cúpula.

2.2  Los frigios: la tumba del rey Midas

Los frigios se ubicaron en la Península de Anatolia tras la invasión de los pueblos del Mar.
De lo poco que conocemos de su arquitectura, realizada en los siglos IX y VII a.C. destaca la Tumba del Rey Midas, que incorpora a la historia de la arquitectura funeraria del Próximo Oriente un nuevo modelo, el de hipogeo excavado en la roca.
Al exterior reproduce en relieve la fachada de un edificio monumental con tejado a dos aguas y decorada con formas geométricas. Este tipo de sepulcro excavado en la roca reaparecerá en la arquitectura persa.

2.3  Las tumbas reales persas: Mausoleos e hipogeos

El Mausoleo de Ciro en Pasagarda. Se trataba de una estructura construida en piedra, bastante simple, compuesta por un alto basamento escalonado con seis gradas sobre la que se levantó una estructura rectangular, en forma de casa con cubierta a dos aguas, en cuyo interior se encontraba el cuerpo del difunto.

En su entorno se construyeron otras tumbas aqueménidas menores, pero que seguían este mismo modelo.

Esta tipología no fue continuada por los reyes aqueménidas. A partir de Dario I prefirieron enterrarse en los acantilados situados frente a la llanura de Persépolis, en conexión con el palacio, construyendo hipogeos que tenían su fuente de inspiración en Egipto.

Estos hipogeos aqueménidas tenían su fachada horadada en la roca y adoptaban forma de cruz griega (con los cuatro lados iguales), la cual daba acceso a un vestíbulo y, a partir de él, a la cámara sepulcral.
La entrada simulaba la fachada de un palacio, con cuatro columnas a modo de pórtico, dos a cada lado de la puerta, existiendo sobre ella una amplia franja de relieves esculpidos sobre la roca con escenas simbólicas de presentación del rey ante el dios.

LA CIUDAD Y LOS SISTEMAS DE DEFENSA: MURALLAS Y FORTIFICACIONES

Esquema-resumen:
1. Mesopotamia:
Las fortificaciones de las ciudades asirias: Assur y Jorsabad
Babilonia
2. Las áreas periféricas:
La arquitectura militar hitita
Las fortificaciones de las ciudades luvio-arameas
Ciudades y fortificaciones en Siria, Fenicia y Palestina

1.  Introducción.

Los mesopotámicos fueron grandes fundadores de ciudades. Junto a los barrios de viviendas, que ocupaban la mayor parte del espacio urbano, la ciudad oriental fue dando cabida poco a poco a una serie de elementos con los que acabaría por identificarse: el palacio, el templo, las puertas de las ciudades, las murallas y, cuando fuese posible, también los puertos. Sus formas fueron muy variadas, reflejo del crecimiento que iba experimentando a lo largo de los años y de las iniciativas de construcción públicas y privadas que la iban transformando. Por su parte, la red viaria solía estar compuesta por un conjunto de calles irregulares que muy pocas veces estaban pavimentadas. Habitualmente eran de tierra y se iban diversificando para conducir a los diferentes barrios y edificios, siendo poco frecuente la organización regular del trazado. Hay que decir, además, que ya en las primeras ciudades existieron redes de alcantarillado básicas, de las cuales se han encontrado restos en lugares como Mari, Tell-Asmar o Ugarit.

Las murallas fueron reconocidas por los antiguos como el componente esencial de la ciudad, límite entre la naturaleza y el mundo civilizado, y constituyeron un elemento presente en la mayoría de sus núcleos urbanos desde su misma creación. Además la fortificación pasó también a formar parte de los principales edificios de la ciudad:  la tendencia al encastillamiento fue una constante en la construcción de templos y palacios desde el III milenio a.C.

Las primeras fortificaciones de importancia comienzan a hacer su aparición en el dinástico arcaico, hacia mediados del III milenio, como consecuencia directa del clima de inestabilidad que viven en este momento las ciudades-estado sumerias. Es éste el momento en el que se afronta la fortificación de la ciudad de Uruk, mediante una imponente muralla de casi diez kilómetros de perímetro y 900 torres defensivas, cuya construcción se atribuía al mítico rey Gigalmesh.

2.  Mesopotamia.

2.1  Las fortificaciones de las ciudades asirías: Assur y Jorsabad

Las ciudadelas y recintos fortificados del Imperio Asirio constituyen sin duda unas de las más importantes muestras de la arquitectura militar del Próximo Oriente Antiguo, las cuales cumplían su lógica función defensiva, pero también las de propagar el potencial militar y el poder de quienes las habitaban.

Sabemos que Assur, la primera capital del Imperio Asirio, estuvo ya rodeada de un importante recinto amurallado; asimismo, ya en el II milenio a.C., la construcción del Palacio del Noroeste en Kalahk se rodeo de un fuerte recinto fortificado. Pero la mejor expresión de este tipo de actuaciones la encontraremos durante el I milenio a.C. en Dur-Sarrukín (Jorsabad), fundada por Sargón II. Se trataba de una ciudad nueva, planificada «a priori», que parecía un gran castillo cuadrado, de dos kilómetros de lado, con murallas muy gruesas (23 metros de espesor) y siete puertas de acceso. Lo que conocemos del trazado nos habla de un gusto por la regularidad y la simetría: un ejemplo será la ubicación de las puertas en la muralla: dos en cada lado excepto en el flanco noroeste, donde se abrió un baluarte que sobresalía de la muralla.

En el interior de la ciudad estaba la ciudadela, también fortificada; su amurallamiento se ha venido explicando como un intento de establecer una distancia con respecto a la población de la ciudad, pero también como el modo de proyectar a través de la arquitectura una imagen del carácter y poder de la Monarquía Asiría. La construcción de palacios fortificados, que fue una constante desde el III milenio a.C., alcanzaría así su punto culminante en esta ciudad y su ciudadela, cuya imagen venía a ser la de un castillo dentro de otro castillo.

Las puertas de la ciudad y las de la ciudadela eran iguales, con forma de arco y dos torres a cada lado rematadas por almenas, que sobresalían claramente de la altura de la muralla. Las fachadas de las torres tenían a veces ventanas rectangulares reales o falsas y en su interior se aplicaba una decoración con placas de yeso puestas verticalmente sobre un zócalo, protegiendo así los muros. Parece ser que existían también en estas puertas esculturas de genios protectores, como los toros alados que hemos visto aparecer en el salón del trono del palacio.

2.2  Babilonia

Babilonia, la ciudad de Nabucodonosor II, existía ya en el III milenio a.C. y constituye el mayor asentamiento urbano antiguo de toda Mesopotamia y también el más importante. La Babilonia de Nabucodonosor, cruzada por el río Eufrates, constituye uno de los mejores ejemplos, en el contexto de las ciudades orientales, de distribución urbana de acuerdo a estrictos principios de regularidad y simetría.

Su perímetro urbano adoptó forma rectangular, y su interior fue también dividido en manzanas regulares atravesadas por largas calles pavimentadas que se cruzaban en ángulo recto, en tomo a las cuales se distribuían los principales edificios. Entre los religiosos estaban el ziguratt o «torre de Babel», el Templo de Marduk o «Esaglia» y el «bit akiti», un santuario edificado a las afueras de la ciudad, todos ellos conectados a través de la famosa Vía de las Procesiones, una impresionante arteria de dos kilómetros de longitud y unos 20 metros de anchura, que atravesaba longitudinalmente la ciudad y discurría entre unos muros de 7 metros de altura decorados con figuras de leones hechas de ladrillo vidriado sobre fondo azul. La calle tenía una clara función ceremonial relacionada con lo político y lo religioso.

Pero además. Babilonia era una ciudad fortificada con un sistema de doble línea de murallas, que en uno de sus sectores llegaba a ser triple, también diferente a los realizados hasta el momento.
- El primero de ellos estaba formado por muros de adobe, el interno de seis metros de espesor y el externo de cuatro, separados entre sí por un foso de siete metros que pudo emplearse para el tránsito de las tropas.
- Unos 20 metros más allá del muro externo había un talud de ladrillos que protegía un foso de 50 metros de anchura unido al Eufrates.
- Con un intervalo de 52 metros se elevaban las torres, existiendo en el perímetro de la ciudad un total de ocho puertas, cada una de ellas asignada a una divinidad.
- La puerta más destacada es la Puerta de Ihstar, la cual se componía de una estructura doble, en correspondencia con el doble encintado de la muralla, albergando en su interior varios vestíbulos y flanqueada por dos torreones terminados en almenas.
Pero lo más destacado de esta puerta, consiste en su decoración. Con ella llega a su máximo esplendor el empleo del ladrillo vidriado polícromo. En este caso la técnica fue perfeccionada y transformada, dando relieve a las figuras de toros y dragones amarillos y blancos, que aparecían reproducidas sobre el fondo azul del muro.

3.  Las áreas periféricas:

3.1  La arquitectura militar hitita

La arquitectura militar hitita es, probablemente, una de las mejor conocidas del Próximo Oriente Antiguo, y también la más destacada manifestación artística de este pueblo. A través de ella los hititas dejaron constancia de los dos rasgos más destacados de su actividad constructiva: la capacidad de innovación técnica y la adaptación entre la naturaleza y arquitectura.

A mediados del siglo XVIII a.C. apareció el tipo de fortificación ciclópea, es decir, construida a base de enormes bloques de piedra, y también cuando la arqueología ha documentado la construcción de las primeras poternas, una especie de pasadizos subterráneos cubiertos con bóveda de piedra, que servían para abandonar la ciudad en caso de asedio.

Hattusa fue construida en lo alto de una montaña en cuya cima se situaba la ciudad fortificada. Esta fue una práctica habitual en el mundo hitita, que se ha venido explicando en base a dos cuestiones:
- el aprovechamiento estratégico, con fines defensivos, de las características naturales del terreno
- la especial significación que tenían para los hititas las rocas y montañas, a las que atribuía un significado mágico y religioso vinculado a la divinidad.

Ya en el Reino Antiguo se había construido en el roquedal donde luego se instaló Hattusa una ciudadela fortificada y un palacio real. Sabemos que el palacio-ciudadela estaba cercado por una muralla oval que rodeaba lo más alto de la montaña. Su contorno tenía hasta 3 puertas fortificadas, unas 22 torres avanzadas y unos gruesos muros de piedra que daban al conjunto una gran solidez, característica de las fortificaciones hititas.
La muralla de la ciudadela fue ampliada en época imperial a la ciudad baja, proyectando en este caso un doble cerco en la zona ocupada por un terraplén, al que se abría una puerta. En este nuevo espacio se construyó una poterna.

La muralla estaba construida con grandes bloques de piedra irregular, sin tallar, que constituían el zócalo sobre el que se levantaban los muros de adobe y madera, con torres cuadrangulares cada 30 metros aproximadamente y puertas especialmente fortificadas. Además, en el interior de la ciudad se construyeron también muros que aislaban determinadas zonas, haciéndola así más segura.

Uno de los rasgos más peculiares del sistema de fortificación hitita fueron sus puertas. Se han conservado tres de la ciudad de Hattusa: la Puerta del Rey, la Puerta del León y la Puerta de la Esfinge. A las dos primeras se accedía a través de rampas paralelas a la muralla, de acceso tortuoso, que ralentizaban el paso del enemigo y permitían abatirle fácilmente.
La estructura de dichas puertas se componía de un sistema de doble muro que permitía dar cobijo en su espacio a un cuerpo de guardia, con su abertura en forma de arco apuntado.
Puerta de los Leones (Hattusa)

Además, ambas estaban flanqueadas por figuras monumentales —la del León por dos figuras de leones, y la del Rey por la de un dios— talladas en grandes bloques de piedra, dando lugar a una fusión entre arquitectura y escultura que constituye uno de los rasgos más destacados del arte hitita. Frente a estos accesos, la Puerta de las Esfinges aportó algunas novedades, especialmente la de incluir bajo su terreno una poterna o pasadizo de unos 70 metros, construido con piedras que formaban una galería ojival que pasaba por debajo de la muralla y conducía a la colina que había al lado.

3.2  Las fortificaciones de las ciudades luvio-arameas

El trazado de las ciudades y fortificaciones de los reinos luvio-arameos presenta interesantes puntos de contacto con lo hitita. Así, sus ciudades solían construirse en lugares elevados, aprovechando y explotando las características del terreno para defenderlas y construir ciudadelas fortificadas. Éstas solían estar realizadas también al modo hitita, elevadas sobre terraplenes y levantadas con zócalos de piedra y muros de adobe y madera.

La ciudad de Samal, datada en el siglo X a.C. Su perímetro urbano adoptó una forma circular, con una ciudadela fortificada en el centro, y un doble círculo de murallas en la ciudad baja, en las que se abrían tres puertas donde también se hacía presente la tradición hitita de fusionar escultura y arquitectura. Un sistema similar fue empleado en la ciudad que se ha considerado como la más clara continuadora de la tradición hitita, Karkemish, donde se construyó una muralla donde se combinaban los lienzos rectos con los semicirculares.

3.3  Ciudades y fortificaciones en Siria, Fenicia y Palestina

La presencia de fortificaciones fue una constante en las numerosas ciudades fundadas en este ámbito oriental del Mediterráneo por ser una zona especialmente conflictiva.

Por ejemplo, la ciudad siria de Ebla contó con un perímetro amurallado desde el III milenio a.C. A comienzos del II milenio se construyó un terraplén defensivo con potentes muros hechos con basamento de piedra, que alcanzaban en su parte más ancha los 50 metros de espesor.
Un rasgo peculiar de estas murallas fue la estructura de sus puertas, que anticipaba la disposición «en tenaza» característica de las fortificaciones sirias y palestinas del Bronce Medio: consistía en la articulación de la puerta en tres secciones: una exterior compuesta por una puerta entre dos pares de contrafuertes y un vano; un patio trapezoidal a cielo abierto; y finalmente una puerta interior que tenía tres contrafuertes y dos vanos.

Las ciudades palestinas contaron también con sólidas fortificaciones;  hacia principios del II milenio incorporaron como novedad los bastiones de esquina en los ángulos de las puertas y el refuerzo de los lienzos de las murallas con taludes. Ejemplos la ciudad siria de Ugarit y en otras ciudades del Mediterráneo Oriental, como Troya, Micenas y Tirinto.

Las ciudades fenicias solían fundarse en lugares fáciles de fortificar: promontorios rocosos a orillas del mar o pequeñas islas cercanas a la costa, de modo que los puertos y las murallas se convirtieron en sus construcciones más características. Además, solían organizarse con un patrón fijo, con una acrópolis fortificada donde se encontraban los edificios principales, y una ciudad baja con las instalaciones portuarios y comerciales. Generalmente se admite la existencia de tres tipos de ciudades púnicas o fenicias:
- las factorías, que fueron ciudades fortificadas dependientes de una ciudad mercantil que las había fundado, entre las que se hallaban Rodas, Chipre o Tasos
- las concesiones, que eran una especie de barrios comerciales creadas en ciudades ya existentes
- las colonias, que eran simples enclaves mercantiles. Biblos, Sidón o Tiro fueron algunas de las más importantes ciudades fenicias organizadas de acuerdo a los principios señalados.


LA ARQUITECTURA DOMÉSTICA.

Esquema-resumen
1. De las casas circulares a las ortogonales: origen y evolución del modelo de vivienda en el Próximo Oriente
La casa homérica

1.   De las casas circulares a las ortogonales: origen y evolución del modelo de vivienda en el Próximo Oriente

La casa nació en el Próximo Oriente con el inicio de la sedentarización, adoptando en principio una forma circular con muros de piedra o tapial, que era probablemente reflejo de la choza primitiva pero que pronto se encontró con un grave inconveniente: el de la dificultad que suponía cubrir grandes espacios circulares, lo que impedía la ampliación de la vivienda cuando las necesidades lo exigían La solución al problema surgió con la substitución de la estructura circular por ortogonal-cuadrada, rectangular, etc.-, lo que permitió agrandar y compartimentar los espacios interiores, que en principio quedaron divididos en estancias pequeñas de uno o dos metros de ancho. Los muros de estas viviendas pudieron ser realizados gracias al empleo de ladrillos de adobe prefabricados, hechos en moldes rectangulares y secados al sol.

La tipología de casa particular fue definida ya en época sumeria durante el período de las primeras dinastías, y se convirtió en el modelo básico de vivienda mesopotámica. Su forma era muy sencilla: se organizaba en torno a un espacio central cuadrado o rectangular que en ocasiones era un patio, alrededor del cual se situaban diferentes habitaciones alargadas entre las que figuraba una de mayor tamaño, supuestamente dedicada a sala de recepción. El hecho de que la casa constituyese la sede de una célula familiar nos hace pensar que debería constar al menos de habitaciones privadas,  de unos almacenes destinados a guardar los alimentos y, una vez que la vivienda se integrase en el medio urbano, de estancias destinadas a actividades artesanales o comerciales.


Ur. Casa particular del II milenio a.C

A comienzos del II milenio a.C., durante el período paleobabilonico, en la ciudad de Ur, al parecer se construyeron viviendas a las que se incorporó un piso superior con habitaciones privadas abiertas al patio central mediante una balconada de madera, una de ellas empleada come capilla doméstica. Es posible que dicha ampliación de la vivienda en altura se debiese al escaso espacio que existía en las ciudades para edificar, si bien esto no pasa de ser una mera hipótesis.

El modelo subsistió en el tiempo. Lógicamente, sobre este modelo se producirían algunas variantes que afectaron sobre todo al número y tamaño de las estancias, dependiendo del poder económico y el prestigio de quien residiese en ellas.

En este sentido debemos prestar atención a algunas de las viviendas que se realizaron en la ciudad siria de Ugarit a mediados del II milenio, pertenecientes a altos dignatarios o personajes próximos a la corte, entre ellas podemos mencionar La Casa de los Alabastros, la del Letrado, o la del Gran Sacerdote. Estas viviendas seguían la tipología mesopotámica descrita, pero tenían unas grandísimas dimensiones y contaban con un elevado número de estancias —hasta cincuenta en el caso de la Casa de los Alabastros—. Su principal peculiaridad consistía en albergar, entre dichas estancias, una ubicada en el subsuelo que era destinada a tumba familiar. Dicha estancia tenía forma rectangular e iba precedida de un pasillo, estando cubierta con una falsa bóveda o con estructuras adinteladas.

1.1  La casa homérica

En la zona occidental de la Península de Anatolia surgió durante el III milenio a.C. una tipología de casa particular de gran importancia para la historia de la arquitectura, en tanto que se ha considerado un precedente de la casa homérica o megaron, de la que se desarrollarían excelentes ejemplos 1.500 años después en ciudades prehelénicas como Micenas o Tirinto, así como del templo griego «in antis». Se trataba de construcciones largas y estrechas, compuestas por dos o tres habitaciones colocadas en batería, es decir, una detrás de la otra, que nunca se expandieron hacia los lados. En el centro había una sala principal rectangular con una hogar en el centro, precedida de un pórtico o antecámara.

1 comentario:

  1. casi casi literal copiado del libro de historia del arte de la uned: pagina 349 - busca el texto de las primeras líneas en esta web. IGUALITO. hasta la puntuación.... mmmhhhh.... vaya. yo busco mas información y no lo que ya tengo en el libro. saludos. gracias.

    ResponderEliminar