jueves, 23 de abril de 2009

RECENSION

EL PATRIMONIO HISTORICO Y ARQUEOLOGICO: VALOR Y USO.
JOSEP BALLART.
Este libro es una reflexión sobre la evolución que ha experimentado tanto el valor como el uso de los objetos del pasado, y de que manera y en función de que se han producido estos distintos cambios, resaltando que a pesar de que en nuestra época actual, pese al palpable aumento del aprecio por parte de la sociedad de las cosas del pasado, asistimos a una crisis generalizada por parte de la Administración e instituciones, en base a la escasez de ideas y de recursos en general. Se puede dividir la obra en dos partes; en la primera (los tres primeros capítulos) el autor ha tratado de determinar que es lo que llamamos patrimonio histórico y en que consiste su valor, encontrando un medio para profundizar en el conocimiento del entorno y establecer juicios a cerca de los problemas humanos, en la segunda parte (capitulo cuarto) aborda desde un planteamiento diacrónico como la sociedad ha ido dotando de valor al patrimonio mediante la conservación y el uso, y la importancia que tiene la conservación, ya que sin ésta no puede haber uso (sea cual sea éste).
La producción y uso de herramientas (de una manera consciente, sistemática y continuada), es un elemento básico de la transmisión cultural, es propio de la especie humana y sin ello no hubiera podido sobrevivir, en el medio natural.
Los objetos del pasado o sea el entorno artificial, que nos llega hasta nuestros días son fruto de la herencia del patrimonio dejado a los que vienen y manifiestan nociones de cambio y continuidad entre pasado y presente. El tiempo juega en contra de estos materiales culturales, ya que son perecederos. Por ello ahí que hacer todo lo posible por que este legado patrimonial pase al tratamiento de larga durabilidad y suceda a las próximas generaciones para ello se tiene que optar por la selección guiada por expertos, para que un simple objeto pase a objeto de patrimonio cultural. Este legado material recibe la denominación de patrimonio, prueba evidente de la existencia de vínculos con el pasado, dando una sensación reconfortante de continuidad y de identificación con una determinada tradición.Las sociedades, de distinta manera, siempre han valorado el legado histórico material pasado. Este comportamiento tuvo un origen particular y privativo en donde es difícil discernir entre coleccionismo individual y social. Con el tiempo se convertirá en universal. Cuando este movimiento se institucionaliza, aparecen los conceptos de patrimonio histórico y bien cultural con tratamiento jurídico y político. Comienza entonces una labor de ordenación e inventariación en las que intervienen el Estado y las instituciones. En cada fase del desarrollo del Estado moderno los bienes culturales reconocidos reciben un tratamiento jurídico en consonancia con el interés social, económico y simbólico que se les atribuye.
Es en el S. XIX, con la Ilustración y más en concreto con la Revolución Francesa, cuando los poderes públicos se hacen custodios de los bienes de carácter cultural. Como ejemplo en España con Carlos IV con la promulgación de la obligatoriedad de comunicar los hallazgos de antigüedades y encomendando a la Real Academia de la Historia la misión de fijar los procedimientos para identificar y conservar los monumentos antiguos.
A principios del S. XX en España aparecen leyes semejantes a las europeas, como la Ley de Excavaciones Arqueológicas en 1911 y la Ley de Monumentos Histórico Artísticos y en 1915. a partir de la Iª Guerra Mundial, se impone en Europa el Estado social frente al anterior Estado Liberal, en el cual el patrimonio histórico es patrimonio de todos y se procede a constitucionalizarse este derecho. Y recientemente en la constitución de 1978, siendo con la ley de 1985 del Patrimonio Histórico Español, en donde se salvaguarda plenamente la intervención del Estado en esta materia. Internacionalmente, para la UNESCO y la legislación internacional existe un patrimonio común de la humanidad, este organismo intenta salvaguardarlo, instando a los Estados a implantar medidas proteccionistas. El objeto histórico tiene un valor añadido a otro cualquiera, se trata de una cualidad añadida por las personas, que puede crecer o disminuir y que los hace estimables. Este valor es relativo y esta sometido a variantes en las percepciones humanas, y por tanto dependientes de un marco de referencias intelectuales, históricas, culturales y psicológicas que varía con las personas y los grupos que atribuyen valor. Cualidades y valores son:
-Valor de uso; en sentido de utilidad, que satisface alguna necesidad (material, de conocimiento, de deseo). Hay necesidades que se fabrican, necesidades nuevas. Este tipo de valor viene dado por la investigación y el esfuerzo humanos que incorpora. Atesora conocimiento (uso inmaterial) que es captado por el observador y por el investigador parcial o totalmente. Esta utilidad tiene una dimensión además de intelectual y científico, económica, política y social.
-Valor formal; por la atracción que despierta a los sentidos, que atrae la atención del ser humano por el hecho de estar fabricado de determinada manera. A esta atracción se suma la calidad de la factura, a la perfección de su artífice, al valor (económico) del objeto, su singularidad y exotismo que desprende además de su unicidad y antigüedad. Estamos hablando del objeto-arte no hecho con simples miras utilitarias, esta hecho además para ser contemplado y trascender a su época. La distinción entre útil y bello no ha estado claro mientras que para el arqueólogo le son mas valiosos los objetos útiles, por abundar y por tanto reunir más información el historiador del arte centra en cambio el interés en el producto estético y establece criterios de clasificación (topologías, estilos, escuelas…). Las preferencias estéticas están condicionadas por multitud de factores; económicos, sociales…incluso personales, influidas éstas por las anteriores.
-Valor simbólico-significativo; hacen de nexo entre personas separadas por el tiempo। Son testimonio y a la vez portadores de ideas, hechos y situaciones del pasado। A través del objeto no solo se transmiten los conocimientos del individuo productor sino también los aspectos esenciales de una cultura. Nunca podremos prescindir del objeto autentico ya que no se puede separar la información de su soporte real. Los bienes culturales constituyen una materia delicada en lo que se refiere a sus interpretaciones, fruto del desconocimiento, la falta de referencias, el excesivo entusiasmo o en engaño puede derivar en un uso tendencioso de éste. Tradicionalmente existen 3 vías para acercarse al pasado: la memoria, los documentos y los restos físicos.Mientras que la memoria es parcial y poco duradera. Los objetos del pasado son pruebas, testimonios y evidencias. Son parte de un sistema de comunicación no verbal entre personas, capaz de superar tanto las barreras geográficas como temporales aunque presenta sus limitaciones como la gran cantidad de restos materiales, teniendo solo lo que el azar nos ha procurado y que éstos a simple vista son mudos, además de la limitación metodología y de estudio en determinados restos, el establecimiento de una verdad provisional y la tensión continuidad-cambio en el tiempo. Sin embargo tiene la ventaja de no comportar un riesgo de intencionalidad tan alto como los documentos escritos, dándonos el punto de vista de la gente corriente y también poniendo en su lugar interpretaciones tendenciosas que los documentos escritos, patrimonio de unos pocos en ocasiones habían difundido. Pertenecen al mismo tiempo al pasado y al presente añadiendo una dimensión de inmediatez y autenticidad. En términos generales se puede afirmar que fundamentalmente por sus valores; estéticos, utilitarios y simbólicos una parte de los bienes del patrimonio histórico son fácilmente susceptibles de valoración económica por el mercado, a excepción de los bienes especialmente declarados. Los bienes de patrimonio generalmente comportan una carga de intangibles que los invisten de un valor en sí independiente de la valoración en dinero que en un momento dado pueda adjudicarles el mercado, cosa que hace muy compleja su valoración. Por encima de todo siempre existe un criterio de estimación elemental y básico; se valora mas aquello que mas cuesta producir y aquello que es mas escaso. Diversas corrientes de pensamiento económico se han planteado la cuestión del estudio económico de los bienes culturales. Existen hoy en día diversos modelos que abordan las relaciones entre el Estado, el público y los bienes patrimoniales. Los bienes culturales son bienes de disfrute público, según la opinión mayoritaria del pensamiento actual, se caracteriza por tener un consumo no rival así como no exclusivo. El Estado se encarga del coste que se deriva de su gestión, mantenimiento y puesta en valor. El mercado juega aquí un papel hasta cierto punto secundario, los recursos económicos que precisa se hace por medio de otros mecanismos, fundamentalmente del presupuesto publico. La última decisión se produce desde la política. La segunda parte del libro examina las motivaciones que ha generado en las personas la preocupación por conservar estos bienes y que valores otorgados han estado presentes en las distintas épocas. Se estudia el movimiento conservacionista moderno en relación sobre todo a la modernidad y a la idea asociada de progreso. Se manifiesta la distinción pertenecientes a la esfera de lo privado (coleccionismo) de aquellas mas importantes socialmente que responden a corrientes o tendencias sociales y connotan un preocupación pública. El coleccionismo individual o privado es un fenómeno muy extendido tanto en el tiempo como geográficamente. Significa la imposición al depósito de objetos acumulados de una cierta ordenación atribuyéndoles configuraciones simbólicas. Esta fundado en los tres pilares de la condición humana: la curiosidad, ansia de poseer y necesidad de comunicarse. El coleccionista es ejemplar puesto que colabora con el Estado o incluso lo llega a suplir (sobre todo en épocas pasadas). La concepción del pasado ha vivido un proceso de altibajos, en función del grado de aceleración de la historia; cuanto mas aceleración mas rechazo, por sentirse mas alejado del pasado. En lo que se refiere al S.XX es una etapa de aparente prestigio de la historia como forma de conocimiento aunque se plantean dos tendencias antagónicas, por un lado se hace frente al pasado por considerarlo como una especie de lastre para el progreso y sin embargo no para de crecer un sentimiento de nostalgia, de perdida, atizado por los cambios que se producen. En esta etapa hay varios sucesos que ayudan a explicar esta ambigua concepción, que son:
-El auge de la idea nacionalista, sobre todo de los regimenes totalitarios con un uso extensivo del patrimonio cultural con finalidades de recomposición nacional y legitimación de su política. También es utilizado el patrimonio cultural en circunstancias de crisis nacional, mostrando al mundo los valores de una nación y como reconstituyente nacional, y como refuerzo a la conciencia de identidad nacional en el contexto complejo de los países poscoloniales.
-las consecuencias sociales y económicas de la industrialización provocando a la vez sentimiento de desconcierto, incomodidad o admirada resignación. En contraste estaba la vida en el campo que conllevaba la estabilidad, la permanencia, la vida instintiva y contemplativa. Esta dualidad se refleja en una nueva concepción de uso del patrimonio, un ejemplo es la fundación en Suecia, del museo al aire libre de Skansen, representa la vida y arquitectura tradicionales de la región, donde presenta los objetos históricos en su contexto funcional y conjugando naturaleza e historia. La reacción al cambio no fue igual en todas partes y a veces tuvo aspectos contradictorios. La preocupación a menudo obsesiva de hacer casar lo útil con lo bello hizo que se imitaran los modelos de la historia, de forma pura o yuxtapuesta. La reacción al cambio provocado por la industrialización, fue mas contundente a nivel local, y directamente de las organizaciones de la sociedad civil (es el caso del Nacional Trust en Inglaterra o Rockefeller o Henry Ford en EEUU). Aunque también es la época de las grandes Exposiciones universales, en donde se reflejan las tendencias de la éपोचा।
-El desarrollismo y mercantilización de las relaciones económicas y sociales y turísticas. Las características de esta sociedad lo han motivado; cultura de masas, consumismo, perdida de raíces…y envuelto en un gran pragmatismo. El pasado es visto como una mercancía más a poner a disposición del turista-cliente o consumidor potencial. Los museos, los yacimientos y los conjuntos histórico-artísticos monumentales reclaman protagonismo social para ejercer una doble misión: recuperar las señas de identidad de una comunidad y mostrar a los de afuera los rasgos distintivos de la comunidad, sus valores y su historia. A mediados de siglo aparece el concepto de ecomuseo, asociado al principio a la arqueología industrial y a la defensa del patrimonio paisajístico, reavivando regiones que estaban hasta entonces deprimidas, y reflotando su pasado más vital, integrando el medio natural con el antrópico y la necesidad de implicar la comunidad local en el proyecto, un ejemplo es Beamish, que se presenta como el primer museo regional al aire libre de Inglaterra. Su especificidad es la historia social e industrial de una región con un rico pasado minero e industrial. Tanto Beamih como Ironbridge, como Le Creusot, han cambiado algunas ideas estereotipadas sobre el pasado y los museos y han escampado una visión más fresca y sugestiva, al revolucionar la forma de presentar al público la visión de una región y al aplicarse en nuevos métodos de gestión de la conservación.

En las últimas décadas la oferta turística se centra en la organización y promoción de los llamados turismos alternativos; rural, cultural… El objetivo era hacer compatible crecimiento económico y defensa del medio natural, juntamente con la recuperación de los paisajes tradicionales y del patrimonio cultural. Los destinatarios eran las regiones en crisis y desfavorecidas. A esto se le oponía los posibles efectos nocivos como la masificacion, perdida de identidad, cambios en los hábitos de vida, erosión del patrimonio… No obstante el acceso masivo y democratizado de la gente al patrimonio histórico plantea una serie de nuevos problemas; como que importe más la cantidad, que la calidad, que se supediten la política y la economía al patrimonio… Jorvik Viking Center es un ejemplo de sofisticación arqueológica al servicio del turismo.

Estamos ante un amplio y profundo estudio sobre el futuro del patrimonio histórico- arqueológico, poniendo de relevancia el cambio que ha suscitado a lo largo de su historia y que por tanto también puede cambiar en el futuro. Pone en evidencia que es un tema complejo en el que los agentes que intervienen tendrían que ponerse de acuerdo en la cuestión de su tratamiento dando unas directrices básicas a seguir, ya que este repentino y voraz interés por el patrimonio también puede acabar con él. El turismo bien orientado parece entonces como el más factible garante del patrimonio histórico-arqueológico, vista la incapacidad de la gestión de los bienes culturales por parte de la Administración.
Como dice el mismo autor el recurso patrimonial tendría que ser sostenible, para ello tendrían que colaborar conjuntamente profesionales del patrimonio, del turismo y de los medios de comunicación. Así el uso turístico del patrimonio hace que se revalorice el recurso y aumente el aprecio social, involucrándolo en la conservación desde el conocimiento. ¿Pero a qué precio? para resolver esto se requiere buscar el consenso de un cierto equilibrio, en el que el papel de la Administración debe ser esencial, poniendo los límites, que en mi modesta opinión debería ser la de velar por su conservación, vigilar su veracidad y profesionalidad y que antes de su puesta en marcha en forma de producto turístico se haya estudiado y recopilado concienzudamente toda la información que el patrimonio en cuestión revele. El resto ya sería cuestión de gustos. Ya que no se debería desaprovechar esta atracción que el público en general tiene por este tipo de representaciones del pasado. Al fin y al cabo el acceso al conocimiento del pasado no es patrimonio de una pequeña elite de profesionales, sino que pertenece a toda la humanidad sea cual sea su nivel de conocimiento histórico, tiene que acercarse al máximo público posible, para que éste lo asimile, lo valore y lo disfrute y por consiguiente perdure.

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